No sé qué planes tiene para octubre, pero considero que debería incluir en ellos el acudir a un colegio electoral para confiar el futuro de España

Es evidente que hablo de lo que hablo. Hace meses que debo ser de los únicos que sostienen que Sánchez no llega a fin de año. Creo que no llega porque no puede llegar en las condiciones en las que mantiene su gobierno y la mayoría parlamentaria que le sustenta, ambos absolutamente inestables. No se puede gobernar con un socio de gobierno en descomposición y en busca de una salida para la toma de aire. Tampoco con unos apoyos caníbales que están por la pura conveniencia irresponsablemente egoísta de una danza absurda del día a día. Tampoco con un hermano que cotiza en Portugal viviendo a medias entre Tailandia y Badajoz. Tampoco con una mujer a la que le gusta el dinero más que a él el poder. Tampoco con unos socios catalanes que quieren lo que él no puede dar y que le van a dejar con el culo a medias. Y así.

El acuerdo firmado con el PP para la renovación del Poder Judicial ha levantado las sospechas de aquellos que consideran que Sánchez no concede nada si no obtiene un evidente beneficio, aunque sea mediante la traición y el engaño, a los que es tan dado. Muchos se preguntan dónde está el truco de un acuerdo en el que ha pactado el reparto a medias de los miembros del Consejo y un compromiso de reforma del sistema de elección del gobierno de los jueces. ¿Se ha vuelto exquisitamente demócrata el autócrata de la Moncloa? No, evidentemente. Europa le ha apretado y, posiblemente, él ha concluido que este puede ser el primer gesto de una campaña electoral. Es mucho aventurar, lo sé, pero no se me acuden más explicaciones para haberle dado una victoria sorda a Feijóo como la que le brinda un acuerdo medianamente sensato como el que han firmado Gracita Bolaños y González Pons. Tras la firma ha comenzado la berrea habitual del sanchismo negando algunos extremos o consecuencias del pacto, pero ellos, usted y yo sabemos que lo firmado firmado está, especialmente por ser un acto formalizado ante la comisaria europea de la cosa.

Si la demencia catalana, tan de nuestro tiempo, llega a frustrar la formación de cualquier gobierno que no sea uno presidido por el chalado de Waterloo, y, por lo tanto, se fuerza una repetición de elecciones, el habitante de la Moncloa puede no tener más remedio que confiar su suerte a una convocatoria conjunta con las posibles catalanas de octubre, con un escenario lleno de gestos supuestamente tocados de responsabilidad de estadista. Cosa que ni es, ni ha sido, ni será, pero que tratará de aparentar.

No sé que planes tiene usted para octubre, pero considero que debería incluir en ellos el acudir a un colegio electoral para confiar el futuro de España a su partido favorito. No conozco el dedillo los planes del Doctor No de la Moncloa, pero entre ellos creo que maneja el llevarnos de excursión a los colegios electorales siempre que le convenga la coyuntura. Lo que no sé es si él será el candidato…