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13 de junio de 2024

Sanchezstein y sus amenazas


Su autoritarismo, sus formas iliberales, han abandonado el disimulo 

'El Monstruo de Sanchezstein' era el título de un programa infantil de TVE que contaba con la participación de la inolvidable Maria Luisa Seco y el gran Pepe Carabias, dirigidos por mi querido Guillermo Summers, apellido consagrado por los hermanos que han dedicado su tiempo al cine y la televisión. Corría el final de los setenta, creo recordar. Cuarenta y pico años después, otro monstruo con ese apellido y alianzas que hacen honor a su apodo, se lanzó anteayer a evidenciar sus muchos problemas poniendo en práctica una peculiar venganza contra la democracia, que días atrás le dio un revolcón. Está desencajado: Sanchezstein sabe que le espera el colapso, bien por su propio e inoperante gobierno, por las dificultades de la aplicación de la ley de amnistía, por los contratiempos parlamentarios catalanes, por los problemas de su mujer y su hermano… por lo que sea, pero le espera. Y para que no se hable del colapso, embiste con matonismo contra jueces y medios de comunicación, que es lo más a mano que tenía esta semana: los unos porque investigan a su familia y los otros porque se meten donde no les llaman. Sanchezstein no quiere renovar el CGPJ vinculando ese paso a una reforma exigida por Europa, y sí aspira a ser él personalmente quien diga a quién hay que colocar en el Supremo o en cualquier TSJ. Y lo mismo con los Medios: quiere decidir qué medios pueden ser más o menos viables merced a la publicidad institucional, pero no la que invierte el Gobierno, sino la que invierten comunidades o ayuntamientos. Parte de la profesión, debo decir, ha comprado ese criterio –el de que hay 'pseudomedios' que deberían desaparecer– y no está de más que sea Sanchezstein quien los ejecute.

Es evidente que una situación hiperbólica permanente como la que nos ocupa no puede mantenerse de forma constante: anunciar todos los días el apocalipsis ultraderechista no es forma de sobrevivir ni de convencer a los tuyos, que pueden ser fieles y 'hooligans', pero que también se cansan. La ultraderecha ya es Feijóo. Se trata de crear un enemigo común que reunifique a toda su coalición. Pero aún así no nos distraigamos: ¿qué habrá de ocurrir si la semana siguiente se presenta Puigdemont en Barcelona merced a que el juez Llarena aplique la ley de impunidad en tanto que se resuelven las cuestiones prejudiciales ante los tribunales europeos? Que Sanchezstein se tragará su victoria en Cataluña y aceptará, como mal menor, una repetición de elecciones. Arriesgarse a que gobierne Illa y que Puigdemont se enfade es poner en peligro eso con lo que amenazó al PP: «Ustedes esperarán tres años y, después, les volveré a ganar».

Su autoritarismo, sus formas iliberales, han abandonado el disimulo. Ya no sabe salir de lo del fango y de la ultraderecha.

Él y sus papagayos, Montero y compañía. No será que no nos está avisando: si nos pilla desprevenidos es porque somos, literalmente, tontos. El monstruo de Sanchezstein viene dando bocinazos desde hace muchas curvas.


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