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21 de diciembre de 2023

También les engañará


Aragonés no quiere problemas, pero quiere fingir que es un guerrero independentista para evitar que el Cocoloco de Waterloo le robe la tostada

Una duda me asalta de entrada después de la reunión de ayer mantenida por Sánchez y Aragonés: eso de extender el plurilingüismo al «resto del Estado», ¿significa que en Sevilla o en Cádiz o en Almería tenemos que aprender a hablar catalán? ¿O, como todo en Sánchez, es un nuevo brindis al sol de quien, por prometer, es capaz de vender a su madre pero sin que se note mucho? Maestro Burgos, cómo añoro ahora uno de sus comentarios afilados, uno de esos hachazos secos con los que dejaba sentenciada un pendencia con siete u ocho palabras. Burgos se va dejando la plaza vacía y a ver cómo nos las componemos los demás para rellenar ese espacio. ¿Significa eso que la Administración catalana se puede dirigir a mí, que soy ciudadano andaluz, en catalán y yo no puedo enviarles al carajo? ¿O decir que no lo entiendo, aunque sí lo entienda por dos cuestiones: porque no es tan difícil y porque además sé hablarlo sin que me lo hayan impuesto nunca?

Los dos, el presidente del Gobierno y el de la Generalidad catalana, quieren hacer ver lo que en realidad no quieren hacer: Aragonés no quiere problemas, pero quiere fingir que es un guerrero independentista para evitar que el Cocoloco de Waterloo le robe la tostada o que se la robe su propio compañero Junqueras. Es una pareja que se quiere enredar el uno al otro, partiendo Sánchez de una posición más débil, aunque siendo mucho más profesional que el otro. Entiéndase por profesional más embustero, más traidor, más taimado. Él se deja recibir como un jefe de Estado extranjero que visita la capital catalana, pasa revista a las tropas, inclina la cabeza ante la bandera regional y hace todas esas cosas que a estos muchachos que juegan a las naciones les entusiasma, porque son como niños. Pero a la hora de la verdad esboza propuestas vaporosas: ahondar en el autogobierno, mejorar la financiación y operar siempre «dentro del marco constitucional», que es mucho bla bla bla pero poca concreción. O sea, nada de referéndum en los términos que desea esa tropa –no una preguntita inocente sino una determinación clara y vinculante para el futuro– y un «ya vamos viendo cómo solventar las diferencias». Aragonés necesita llevarse algo a la boca con lo que alimentar a los polluelos del independentismo voraz y Sánchez está dispuesto a los juegos de banderitas e himnos, que no comprometen a nada, dando patadas adelante para conseguir lo que hace siempre, vivir de prestado y ganar tiempo.

Cierto es que lo que argumentan los independentistas tiene todo el sentido: también decían que la amnistía era inconstitucional y, salvo obstáculos jurídicos insalvables, saldrá adelante como salieron los indultos. Pero eso fue para conseguir ser presidente y ahora lo es; lo que venga después puede arreglarse, piensa el felón, haciendo que los manchegos o los castellanos tengan que pagarse traductores de catalán para entender lo que quieran de ellos estos catalanes profesionales –los normales son mucho más educados–. También a estos les engañará.


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