Se trata de desactivar al Supremo y legislar por la puerta de atrás sustituyendo al Parlamento
El Tribunal Constitucional
Ante nuestra atenta mirada, o ante el despiste general –podemos discutirlo–, la democracia española está sufriendo una involución notable merced a la dinámica viciada en la que le viene sumiendo el Gobierno del sanchismo desde hace cinco años. La operación consiste en la invasión de las instituciones por el poder ejecutivo, hasta tal punto que las señales del destrozo superan cualquier precedente en legislación europea alguna. El sanchismo se ha convertido en una psicopatía mediante la cual no pueda quedar recodo en los andamios del Estado que no haya sido ocupado por el frondoso pulpo del gobierno, capaz de colocar peones obedientes y aborregados en todos los órganos de decisión. Sánchez, como buen déspota al que se enfrenta esta democracia, está creando un deterioro tan visible como quiera ver aquel que se fije un tanto en la actualidad: hay a quien le da igual, hay a quien le parece bien, pero hay quien repara en las maniobras y no sale de su asombro ante las permanentes y descaradas acciones de un tipo que no ha conocido ningún tipo de escrúpulo a lo largo de su vida política.
Solo un ámbito se le resiste, una isla rodeada de feroces enemigos en pos de la conquista: el Tribunal Supremo. No pudiendo controlar el poder judicial como fuera su deseo, le es muy difícil extirpar del TS a magistrados que, si pudiera, hundiría en un pozo negro, Llarena o Marchena entre ellos. Parasitar el Alto Tribunal como ha hecho con Correos, el CIS, RTVE, la Fiscalía, la Abogacía del Estado, las embajadas y otros lugares, cierra un círculo perfecto, el anillo completo del poder. Mientras eso pase, Conde-Pumpido le hace el trabajo sucio necesario, ya que avala con sus decisiones la imposición del Gobierno sobre el resto de poderes del Estado. El objetivo es acabar con la separación de poderes. El Poder solo soy Yo. Cualquier cosa que decida el Supremo y que, por lo que fuere, moleste a Sánchez, en tanto no lo pueda controlar, utilizará a Pumpido para enmendar la plana, convirtiendo el Constitucional en lo que no es: un tribunal de casación contra el Supremo. Así se ha visto en el caso de Otegui, donde los esbirros del presidente del TC han rectificado y vuelto a redactar una sentencia emitida por el TS que afectaba a un socio preferencial de Sánchez. Qué no harán cuando haya que debatir la amnistía.
Se trata, pues, de preparar el terreno no solo para desactivar al Supremo, sino para legislar por la puerta de atrás sustituyendo al Parlamento. Y cualquiera empieza a temer para qué: para hacer constitucional, sí o sí, el referéndum de independencia que Puigdemont exige para no acabar con la legislatura, una especie de proceso constituyente de estraperlo en el que las instituciones del Estado diluyen a la fuerza sus competencias y contrapesos… para ponerse ciegamente al servicio de una causa. Cualquier abuso o desigualdad será avalada con cualquier faena de aliño. La democracia viciada, en suma.