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13 de julio de 2023

Pero, ¿qué clase de chiste malo es este?


No se autoinculpe por usar ese 'que te vote Txapote'. Que escueza

Siempre hemos estado con las víctimas», repite constantemente en las últimas horas la condenada por enaltecimiento del terrorismo Merche Aizpurua, la editora del diario 'Egin' y fundadora del diario 'Gara', tribunas desde las que señalaba objetivos a ETA, mayoritariamente periodistas, bajo el seudónimo de Maite Soroa. Seguramente es así: tanto estaban con ellas que las acompañaban al cementerio para cerciorarse de que sus colegas las habían asesinado bien.

Estamos frente a una polémica absurda a cuenta del éxito de una frase –'Que Te Vote Txapote'– surgida de la imaginación de un individuo de Sevilla, no de un laboratorio de ideas que da con un lema que después se esfuerzan en divulgar para que el público lo repita constantemente, y cuyo debate en torno a la utilización –y la supuesta amargura que supone para algunas víctimas– es prueba del éxito espontáneo del eslogan, o de la invectiva, como queramos llamarlo. Deberían preocuparse los ofendiditos de encontrar la razón por la que ha triunfado de esta manera y, a ser posible, dejar de reñir a la gente por hacer uso de la libertad para censurar los muchos aspectos que denuncia. En este rifirrafe, en este lamentarse el sanchismo de que se utilice la expresión en su contra, solo faltaba Bildu para acabar de estropear el intento de frenar el éxito popular del epígrafe. Es un chiste malo, muy malo, que apele al respeto a las víctimas quien más ha justificado, aplaudido, homenajeado a quienes se encargaron de convertirlas en eso, en víctimas. Si sus compañeros de fatigas –y compañeros de listas– no las hubieran matado, no serían víctimas del terrorismo. Los que mataron y secuestraron, o los que les incluyeron en distintas candidaturas, los que organizan bienvenidas a los heroicos asesinos cuando vuelven a sus pueblos, no pueden tratar de impedir y descalificar una leyenda que les deja en evidencia. Y no pueden presumir de respeto a las víctimas, al igual que los socialistas no deberían siquiera permitírselo.

Txapote no puede votar porque felizmente está en la cárcel –veremos cuánto tarda el Gobierno vasco, amo de las llaves de la prisión, en permitirle paseos por las verdes praderas–, pero el letrero exhibido en una comparecencia en abierto de Sánchez, y que hizo que ya no hubiera ninguna más, viene a censurar tanto el blanqueamiento de Bildu como la entrega de los presos a sus amables carceleros vascos, amén de toda la reconversión del relato de la existencia de ETA, materia en la que se está consiguiendo imponer esa especie de conciencia social anestesiada: pelillos a la mar, ETA no existe, ya no mata, para qué volver sobre ello, olvidemos el pasado, acordémonos sólo de Franco. Es legítimo censurar todo ello, evidentemente, y hacerlo con un grito de protesta, tanto al menos como que Sánchez considere homologables a los aplaudidores de terroristas a cambio de sumar sus votos parlamentarios. Por ello no caiga en la tentación de autoculparse por usar una leyenda plenamente justificada. Que te vote Txapote. Y que escueza.


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