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11 de marzo de 2022

La culpa siempre es de otro


Sánchez ha encontrado la excusa para justificar su insolvencia

Inevitablemente, antes o después, Sanchez tendrá razón, como los relojes parados que aciertan la hora dos veces al día: la ruina será culpa de Putin. Lo único que ocurre es que ahora aún no lo es, y todo lo que acontece hay que fiscalizárselo a las políticas de este ‘Giorgino’ que está a punto de rodar su mini serie ‘Yo, que pasé del Basket a La Moncloa’. Tanto en la pandemia como en la invasión, Sánchez ha encontrado la excusa para justificar su insolvencia: entre Vladimiro y la obstinación del PP por hacer oposición y no sumarse al coro de pelotas estúpidos que le rodean, siempre ha habido un argumento para justificar los muertos, la lentitud del crecimiento, la subida de los precios y el deterioro de las instituciones. Pero todo es susceptible de empeorar y más cuando un ejército de tuertos mira la política española de derecha a izquierda. Si la invasión se prolonga en los próximos meses, con las consecuencias razonablemente retardadas que tiene toda crisis de estas características, la galopante inflación, añadida a la que ya llevábamos arrastrando, nos va a empobrecer personal y empresarialmente hasta límites costosamente retráctiles. Gasolina a dos euros litro y la luz por las azoteas no es el único efecto multiplicador de los precios: piensen en todas las materias primas, insumos, con los que procesamos los bienes de consumo, y piensen primero en los más elementales: la alimentación. Rusia y Ucrania alimentan al planeta. Rusia más que Ucrania, pero Ucrania particularmente a Europa. Creemos que la superficie española es suficiente para el cultivo necesario de cereales que consumimos pero no es así. Podría serlo pero no lo es: Bruselas y la PAC ponen límites a las tierras cultivables, con lo que España, como otros países europeos, tienen que importar trigo, por ejemplo, de esos dos países.

Una situación como la que se ha producido en Ucrania ha encarecido insumos y ha disminuido notablemente la oferta, lo cual creará problemas inmediatos a determinados sectores dependientes de la cebada y del maíz, sensiblemente los piensos de las grandes extensiones ganaderas. La subida de precios de fertilizantes y combustible complicará, si no complica ya, a las explotaciones agrícolas, y eso se traducirá en encarecimiento de la cesta de la compra más básica. Veremos cómo solucionamos el aceite de girasol: Ucrania es nuestro principal suministrador y, de la noche a la mañana, habrá que buscar en Argentina, Brasil o India quien nos aprovisione, siempre que la Comisión Europea lo permita cambiando su criterio acerca de los abonos y fertilizantes que utilizan en esos países. La PAC tendrá que permitir que se cultiven las tierras en barbecho y que se cambien criterios para importar insumos de otros países fuera del ámbito de los estandarizados. De no hacerse así se acerca el fantasma del desabastecimiento de productos imprescindibles. No de caviar, sino de panes y peces (con el gasóleo por las nubes los pescadores tendrán que salir a remo). Entonces es cuando el Dalai Sánchez (copyright Miquel Giménez) tendrá razón. Por ahora no; que apechugue con lo que le toca.


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