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16 de noviembre de 2018

La lamentable paradoja de Andalucía


Hay alguien que está haciendo algo mal, por mucho cariño que le ponga

Hay algo dramáticamente llamativo en el último sondeo del CIS de Tezanos y sus mariachis: la mayoría de consultados dice que desea que se produzca un cambio de gobierno en Andalucía y, sin embargo, hay una clara mayoría que asegura votar a quien encarna ese gobierno. O los andaluces somos bipolares o hay algo que no cuadra. O mienten en un extremo o no dicen la verdad en el otro. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas, en uno de sus nuevos cambios de método y estrategia, Susana Díaz ganaría las elecciones si se celebrasen ahora. Ahí podemos estar de acuerdo, pero el debate se establece en torno a las diferencias con el resto y en las contradicciones que se establecen con las respuestas a preguntas genéricas: reconoces la falta de convergencia de tu comunidad con las demás, pero no te atreves a descabalgar del poder a quien personifica esa incapacidad.

Algunos escenarios son posibles: gana Susana -lo cual es contemplable- y puede gobernar en solitario, tal y como aventura el CIS, o con el apoyo puntual del podemismo andaluz -que la detesta pero no puede quedar como el cómplice de un gobierno de «los fachas»-; gana a la suma de PP y Ciudadanos y gobierna Susana tragando con una coalición de gobierno con el batiburrillo de extrema izquierda; o se produce una abstención improbable de estos últimos y la Junta pasa a manos de el tándem Moreno-Marín; o estos obtienen una insospechada mayoría absoluta y cambia la historia en la región, cosa que no parece posible ahora mismo, aunque vaya usted a saber lo que esta campaña puede deparar. En cualquier caso, el escenario es inestable (salvo en el último supuesto) y no colabora al buen quehacer de un gobierno que tiene mucho trabajo por delante, entre converger con Europa o -al menos- con la media española.

Andalucía es una tierra envidiable, hermosa, acogedora y deseada por muchos en la que, a pesar de lo anterior, parece imposible despegar. Mas de cien mil millones de euros en fondos europeos han llegado al sur de la península, lo cual hace que la percepción del desarrollo de infraestructuras sea evidente, pero no consigue que en términos relativos converja la comunidad con la media española. No digamos con la media europea. ¿Qué significa ello, que los andaluces somos unos incapaces y unos indolentes echados al sol? No. Ni por asomo. Los andaluces que han salido del territorio a buscarse la vida en las afueras han colaborado con su trabajo a levantar territorios y comunidades enteras: pregunten en Cataluña o en Alemania. Significa que estamos gobernados por políticas y políticos inadecuados, creadores de amplias bolsas de colectivos subvencionados e incapaces de consagrar el territorio como un provechoso escenario de inversión y desarrollo. ¿Saben qué tanto por ciento de inversión extranjera en España captó Andalucía en estos últimos años?: el 1,9% del total nacional. Estamos hablando de la comunidad favorita de los españoles, la que goza de mil quinientos kilómetros de costa, la que es bendecida por el clima, costumbres y carácter, el 18% de la población española... y concentra menos inversión que Asturias y no digamos que Madrid o Cataluña (51 y 18% respectivamente). Hay alguien que está haciendo algo mal, por mucho cariño o dedicación que le ponga al asunto.

Es sorprendente que, después del chorro de datos que evidencia la dificultad de crecimiento de una comunidad donde las crisis son más profundas (22,9% de paro) y la recuperación más lenta y el presupuesto de su gobierno es el segundo en cantidad de las comunidades españolas (35.000 millones de euros), tú le preguntes a la gente quién quieres que le gobierne y mayoritariamente te diga que los mismos. O La misma. O los andaluces somos masoquistas, o los de la alternativa son muy malos, o no tenemos remedio.

 


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