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18 de marzo de 2022

Cállense, está hablando una mujer


Tenerla enfrente empieza a resultar temible

No presto demasiada atención, lo reconozco, a los debates de la Asamblea de Madrid. Sé lo que me pierdo, pero la vida se me va en otros desafíos, los nacionales, los andaluces, los cofrades, los meramente béticos, la ensaladilla rusa y así. No obstante ayer reparé en una intervención de Isabel Díaz Ayuso que me pareció, como señaló el gran Christian Campos, casi pornográfica. Se debatía sobre lo único que hoy preocupa a la oposición madrileña que encarna Mónica García, la médica y madre, y que se centra en el hermano de la presidenta madrileña. No hay otra cosa en Madrid, y lo entiendo, que el famoso hermano que se dedica al comercio internacional y que gestionó la compra de mascarillas para la Comunidad de Madrid en circunstancias que hasta la Fiscalía correspondiente conoce y, al parecer, entiende como correctas. Tal asunto y su manejo, quizás inadecuado, costó una crisis en el PP que se llevó por delante a su líder: digamos que yo estaba allí el día en el que Casado no acertó con la munición. La bancada de la izquierda de la Asamblea madrileña volvió al asunto como vuelve la abeja a la flor y recibió uno de los chorreos más despampanantes que recuerdo yo en parlamento alguno, argumentado en las mismas coletillas y verdades obligatorias que expanden los demagogos de la izquierda española.

Ayuso, sobrada de maneras y desparpajo, utilizó la misma lógica que utiliza el feminismo oficial según la cual las mujeres tienen razón en todo momento… siempre que sean de izquierdas. Después de aseverarle a la tal García que su hermano -el de Ayuso- jamás ha trabajado para la Administración, le recordó que el suyo -el de la médica y madre- fue destituido de su cargo como vocal de un distrito madrileño por nulo rendimiento. En ese momento la bancada de Más Madrid y compañía elevó la protesta de forma ruidosa, como era de esperar, pero quien estaba esperando era la presidenta: «¡Está hablando una mujer, cállense los de enfrente!». Demoledor. Como una apisonadora. Porno duro, efectivamente. El desparpajo sin complejos de la Señora Ayuso alcanza cotas admirables. La frase está perfectamente articulada y encierra una maldad incontestable: no son solo las mujeres de izquierdas quienes pueden utilizar determinados ventajismos escénicos. La contundencia de la intervención dejó en la lona a la liberada sindical García -cariñosamente conocida como ‘María Pistolitas’- sin ningún tipo de piedad, por más que se revolviera en su asiento y por más que sus seguidores parlamentarios se sulfuraran por utilizar contra ellos las mismas armas que creen solo de su propiedad. La derecha española debería afinar más, en esta línea, su argumentación parlamentaria: la oratoria inspirada y fluida no solo ha de tener razón, ha de demostrar pillería organizativa que desarme con su propio lenguaje a los ventajistas que creen tener la exclusividad de la defensa de los desfavorecidos, sean mujeres o colectivos utilizados como excusa.

Ayuso ha crecido y de qué manera. Tenerla enfrente empieza a resultar temible.


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