Los propios políticos manejan una máxima según la cual resulta muy poco probable que pierda las elecciones un Gobierno que no ha metido ni la pata ni la mano . Y puede que sea cierta. No hay nadie que corra menos riesgo de equivocarse que el que no hace nada; lo cual, trasladado al plano político, se traduce en que la ciudadanía puede llegar a premiar, incluso, la atonía, el Gobierno apagado que no yerra porque no arriesga, no innova, no expone.
Pues parece que todo esto lo haya escrito pensando en el Gobierno de Manuel Chaves, el cual no ha metido la mano, ya que no se le conocen casos de corrupción manifiesta ùni creo que los hayaù, ni ha metido la pata, ya que en cuatro años su acción de Gobierno no ha pasado de seguirle el cauce al acontecer diario y de inventarse un par de tracas artificiales del tipo de las pensiones contributivas. Subir setecientas pesetas al mes las pensiones a los jubilados para así manejar iniciativa política y mediática en todo el país no es gobernar. No lo es.
El gobierno Chaves ha manejado márgenes de error muy estrechos, y eso ha sido así porque también ha sido muy estrecho su quehacer. Si en algún momento ha querido arriesgar algo más, como con el caso de la Ley de Cajas, el tiro le ha salido desviado y le ha dado a su propia consejera. Eso, atonía. Aburrimiento. Algunos llegan a decir Gobierno de mediocres: yo no iría tan lejos, pero sí resulta cierto que una Comunidad como esta mía, que padece algo más del 20 por ciento de desempleo, que está a la cola de España en renta per cápita, que es de las últimas de Europa en todos los listados menos en turismo, sol y playas, merece algo más que un Gobierno con buenas intenciones.
Sí, claro, ya lo sé, hemos progresado estos últimos años, pero, como dice Pacheco, también ha progresado Sudán, y eso no es ningún consuelo. Y otra buena parte del problema está en las alternativas: a la del Partido Popular le falta contundencia, efectividad y bastante consistencia, pues con Teófila no basta para deshacer 18 años de omnipresencia política, especialmente en medios rurales. Los andalucistas, por su parte, siguen arrastrando su drama de haberse dejado arrancar la representación del andalucismo por Rafael Escuredo, aquel genio al que Alfonso Guerra cocinó lento, como a Borbolla, el cual tomó la bandera blanca y verde y enseñó a los suyos el camino que había que seguir para ser plenipotenciarios de por vida. Ellos, los andalucistas, sueñan con ser algún día como Pujol, tener dieciséis diputados y apuntarse las autopistas, pero de momento no han pasado de conseguir su máxima gloria como apéndices del PSOE.
Izquierda Unida bastante tiene con aguantar el tirón y soñar con gobernar al calor de los acuerdos entre Frutos y Almunia. Sus recetas son las de siempre, sin un solo atisbo de renovación, sin un solo resquicio de adaptación al medio, con un Antonio Romero brillante pero con recetas de manual y con una desconfianza legendaria hacia los que habrían de ser sus socios.
Y está Chaves que promete más de lo mismo. Lo único que no sabemos es con quién lo promete: podrá elegir, en el caso de que no obtenga mayoría absoluta, lo cual no es descartable, entre gobernar con el cómodo Partido Andalucista o hacerlo con lo que quede de Izquierda Unida. Ahí te quiero ver.
Sabemos, sí, que promete continuar con la confrontación, tan rentable ella, con el Gobierno central, que, si está presidido por Aznar, seguirá siendo objeto de una buena parte de su tiempo. Gobernar Andalucía ha parecido, en buena parte del mandato, gobernar contra Madrid.
Si gana Almunia, estén seguros,<
