Estimado Kiko: la gente no te conoce. Empieza por llamarte Paquirrín, que es un nombre por el que jamás nadie que te conozca se ha dirigido a ti. No eres el más alto, ni el más guapo, ni el que mejor juega al fútbol, ni el que más estudia, pero la mayoría ignora que eres un buen tipo, al que la vida, sin machacarle, le ha deparado el lado menos sedoso del terciopelo. De pequeño, cuando aún no hablabas dos palabras, tu madre te aupó con ella a un escenario y, desde ese día, te tocó ser carne de fotografía.
A poco que algunas cosas no te hayan salido como tú habrías querido, siempre ha habido alguien dispuesto a contarlo y a sacarle punta. Recientemente se ha sabido que le hablabas a una muchacha a la que hemos investigado hasta el número de sus caries. Fíjate qué jugoso resulta saber que se dedica al noble ejercicio del “striptease”: ello ha bastado para que se teorice, de nuevo, sobre tu tendencia al desarreglo.
La vida cambia de rumbo si hay voluntad de que sea así: tal vez te conviertas en un tiburón de los negocios y consigas, incluso, hacerte invisible, pero algo me dice que vas a seguir siendo el que eres, algo torpón con la pelota, desorientado, pero básicamente buenazo. Que todo te vaya bien y que se entere el resto del mundo.
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