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26 de octubre de 2006

Un libro para una gran desconocida


Carmen Ordóñez vuelve a cabalgar victoriosa por los medios de comunicación.

Un par de años después de su muerte, su atracción se yergue de nuevo y concita audiencias y lectores, despierta recuerdos y provoca contraste de pareceres.

Su hijo Julián, que es un joven de aspecto intachable, buenas maneras y aplastante seguridad, ha publicado un libro de apariencia sincera en el que deja salir a borbotones muchas de las cosas que tenía guardadas desde la muerte de su madre.

Las revelaciones son duras, además de sentimentales. No es fácil para un hijo reconocer que su madre es adicta a las benzodiacepinas o recordar los malos tiempos vividos junto a un hombre que, asegura, la maltrataba.

No es fácil remover una infancia de la que destaca cómo su madre había perdido determinados valores familiares: Julián confiesa haber recibido el cuidado y la atención preferentemente de su tata, cuya muerte sume a la propia Carmina en un profundo decaimiento.

Esa muerte, y especialmente la de sus padres, hicieron que dependiera excesivamente de los somníferos y que su vida se transformase en la duermevela que conocimos.

Los narcóticos se instalaron en su vida y le hicieron vivir a tumbos de error en error: que un hijo cuente que su madre ingería veinte somníferos diarios o que la cocaína frecuentaba la casa más que los polvos de talco resulta escalofriante.

Hay que estar muy bien asentado para digerir eso y para saberlo poner negro sobre blanco.

Las fiestas diarias de su madre –que más parecían funerales que fiestas, por lo mucho que abundaban sustancias con las que, en realidad, se estaban matando– o el derrumbe casi televisado de su persona son muchos de los asuntos de un libro escrito a golpe de memoria amarga y con el deseo de evitar la imagen final que iba quedando de su madre, la de una mujer que usó los malos tratos para seguir vendiendo exclusivas y que murió por ser una yonqui muy yonqui.

La desorientación que mostraba Carmen en sus últimos tiempos y el derrumbe que se percibía por todos era lo que convenció a Julián de que el final podía estar a la vuelta de cualquier esquina.

Tal y como lo cuenta en libro, el final vino en forma de infarto de miocardio.

Tras la batalla, la reflexión, el libro: sólo le pidió a la editorial que se publicase tal y como él lo escribió; no siendo escritor ni periodista no quería un lenguaje ajeno lleno de metáforas.

Ahora es el tiempo de la reflexión. Léanlo quienes estén interesados en conocer a una gran desconocida.
 


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