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12 de abril de 2007

La penitencia de nuestros famosos


El famoseo nacional debería contemplar seriamente la posibilidad de realizar Estación de Penitencia debajo de un antifaz en cualquiera de las ciudades españolas en las que la Semana Santa es una tradición de fuerte arraigo. Así conseguirían pasear durante unas cuantas horas sin que los conociese nadie, que no es poco (si es que eso les fuera a gustar, que igual no), y purgar alguno de sus pecados de más envergadura. A algunos les convendría procesionar en cualquier cofradía de Silencio y obligarse a estar callados mientras vistiesen túnica severa, como por ejemplo aquellos que han hablado de más en esos programas televisivos que los han convertido en inusitados interlocutores sociales.

Todos los que se dedican a insultar mediante la consabida baba ácida que les da de vivir deberían haber tomado la cruz al hombro y purgar el pecado de la incontinencia. A otros les correspondería desfilar delante de cualquier Cautivo: así, no se entendería de otra forma que aquellos que padecen privación de libertad por motivos económicos –piensen, piensen, ¿a quién podríamos referirnos?– hubieran seguido el paso del Nazareno maniatado. Ellos, los cautivos, más los que lo han sido y los que previsiblemente lo serán, formarían un tramo numeroso y concurrido. Como concurrido sería el de aquellos que deberían desfilar tras cualquier paso alegórico a la traición de Judas: entre el gallineo insigne de nuestro país hay no pocos sujetos capaces de vender a su padre con tal de trincar la pasta soñada. No estamos hablando precisamente de 30 monedas. Los que han sufrido injustamente lapidaciones públicas a cuenta de las malas lenguas, las envidias, las críticas injustas, la voracidad periodística mal entendida, deberían haber vestido el hábito de penitente de cualquiera de los muchos crucificados de esta Semana Santa: a no pocos de ellos se les clava en la cruz a diario sin ningún tipo de piedad y tienen razones más que sobradas para considerarse carne de calvario.

Ahora pongamos nombres de cada día y distribuyámoslos por las diferentes cofradías. Seguro que se nos ocurre dónde encasillar
a Julián Muñoz,
a Isabel Pantoja, a Belén Esteban,
a Gema Ruiz y su ex novio, a Ana Obregón y el suyo, a Pipi Estrada y su novia, a mi Terelu, a Raquel Mosquera,
a los Matamoros, a Elsa Pataky,
a Alejandro Sanz…

A excepción del Santo Entierro, donde no le deseamos a nadie que procesione, todos tienen su cortejo en el que salir: la Soledad, la Presentación, la Esperanza, el Desamparo… Se trata de haber sabido escogerla.

 


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