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8 de febrero de 2007

Un curioso cruce de sagas


El arte y la política se cruzan… en los herederos. Sabemos que el hijo del gran Raphael le habla a la hija del gran Pepe Bono. O lo que es lo mismo, que el hijo de Natalia Figueroa festeja con la hija de Ana Rodríguez. Es un cronicón, no me lo negarán. De no haber sido el hijo del cantante el que pidiera la puerta de la hija del político, hoy no estaríamos hablando del novio de ésta ni de la relación que pudiera mantener la hija del ex presidente manchego y ex ministro de Defensa, con lo cual sólo puedo decir que lo siento, que no quiero reventarles la fiesta, pero que sólo les adelanto que su vida personal, de fructificar, podrá verse invadida por la curiosidad que suscitan lo padres de ambos.

También les hago saber, no obstante, que no es imposible mantener sus vidas apartadas del gallineo insigne de los medios de comunicación: las familias de ambos son un ejemplo de cómo hacer partícipes a fotógrafos y redactores de escenas cotidianas de su vida y cómo, a su vez, saber guardar las intimidades debidas.

Las primeras reacciones de ambos han sido elegantes y han venido a decir que no son nadie para comentar aspectos privados de la vida de sus hijos. Lógico.

Raphael y Natalia, generadores de una familia estable y homologable, lo han sabido hacer bien desde el principio, desde su boda en Venecia, aquella que se produjo discretamente y de forma inesperada para la gran mayoría –las fans de Raphael, aquel año, se despeñaban por el llanto inexplicable– y por cuya continuidad no daban los cronistas de la época demasiado crédito. Pues toma castaña con el crédito.

El andaluz de Linares –por cierto, ¿qué espera la muy lenta Junta de Andalucía para despejarse complejos absurdos y concederle la Medalla de Andalucía?– me ha comentado alguna vez que la única forma de mantener una familia siendo una persona obligada a largas estancias fuera del hogar es sacrificarse y hacer como él hacía cuando actuaba, por ejemplo, un mes de gira por la antigua Unión Soviética: cada cuatro o cinco días tomaba un avión, aterrizaba en Madrid y pasaba la tarde o la noche con los suyos.

Esa ida y vuelta era un buen sistema para que la unidad familiar se mantuviese como se ha mantenido hasta ahora. En el caso de que esta UTE –unión temporal de empresas–7  prospere, cosa que siempre es deseable, nos daríamos de bruces con un enlace en el que el padre del novio podría cantar el Ave María y el de la novia dar la homilía correspondiente, lo cual haría de esa boda algo inolvidable.

No pierdan detalle.


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