No ha sido el mejor mes de Isabel Pantoja, no. Una subida de azúcar, que suena a haberse comido setecientas torrijas de las que sirve “La Reja” o “Casa Ovidio”, sin duda de las mejores de Sevilla y del mundo entero, la ha mantenido fuera de juego unos cuantos días.
En un principio se habló sólo de triglicéridos –que aunque suene a cirio de cera son grasas puras y duras– y todos creímos que Isabel se había dado en exceso al “menudo” o al “potaje de berza” tan propio de por aquí abajo, pero al poco se confirmó que también era la glucosa lo que se había rebelado en su interior con la fuerza que sólo una intérprete pasional de coplas puede protagonizar.
Superado el episodio que equiparó el cuerpo de Isabel al del aparador de la confitería “Nova Roma” o de “Barquitos Loly” –dos de sus preferidas– se hubo de encontrar con el desagradable episodio de la agresión a su hermano Bernardo a punta de navaja. Bien visto, no sé si fue primero el navajeo o el ingreso en una clínica de la ciudad, pero las dos cosas no son como para tomarlas a broma: su hermano ha vivido algún que otro episodio contradictorio y desagradable, desde alguna estafa por la que fue encarcelado hasta una acusación de abusos de la que –todo hay que decirlo– fue absuelto, y cualquier cosa que le ocurra a él, bien sea por casualidad o por inducción, es fácilmente comprensible que le afecte.
Pero es que, por encima de ello, está lo de su novio, Julián Muñoz, que tiene nada menos que veinticinco causas abiertas pendientes de juicio en la Audiencia Nacional a cuenta de supuestas irregularidades urbanísticas durante su etapa como alcalde de Marbella. ¿Qué tendrá Marbella?, rezaba aquella canción que cantaban Los Chichos.
Lo que haya tenido ha llevado a la cárcel a unos cuantos presuntos sinvergüenzas y puede ser el destino final de Julián si prosperan los deseos de la fiscalía, que le acusa de haber concedido licencias que jamás debería haber firmado. Con todo, hay que tener en cuenta que Muñoz fue el primero en querer destituir a Roca, el cerebro de la trama marbellí, y que ello le costó que todos los demás le montasen una moción de censura y lo removieran de su cargo. Así pudieron seguir trincando. Con lo que no le mezclemos con los demás.
Ahora que ella estaba algo más tranquila después de ser protagonista involuntaria de dimes y diretes, le llegan motivos distintos para estar distraída. Hay meses en que mejor no levantarse.