Cuando esta revista vea la luz se habrá despejado el dilema carcelario que ahora mismo tiene en vilo a media profesión, y especialmente al interesado, en el complicado proceso que juzga los desórdenes administrativos del Ayuntamiento de Marbella en relación con el caso “Banana Beach”.
El interesado no es otro que Julián Muñoz, al que empiezan a madurarle en su cuerpo las investigaciones de la justicia y al que le quedan pocos días naturales para apelar a todo lo apelable. Lo último a esta hora es que el fiscal no es partidario de que evite la cárcel, con lo que, de no prosperar recursos e indultos, nuestro poderoso Julián tendrá mucho gusto en cantarle a compañeros de celda el repertorio que haya conseguido aprenderse de Isabel Pantoja.
Nadie tiene por qué alegrarse de que Muñoz entre en prisión pero, en esta sociedad tan mediatizada por una forma poco deseable de manejar la información, abundan los sujetos que ven en ello una forma de venganza por las manías personales que despierte el encausado y su entorno. Otros considerarán justo que pene con la cárcel por los desmanes urbanísticos que el fiscal observa en su trayectoria, pero son los menos. Los más están en quienes encuentran morboso que quien ha protagonizado un culebrón de palabras gruesas, retransmitido por televisión, duerma entre rejas.
La pregunta que me hago, una vez más, es: de no ser famoso y ex alcalde de Marbella y novio de la Pantoja, ¿entraría en la cárcel? ¿Excitaría el celo preventivo del fiscal de la misma forma en el caso de ser ex alcalde de un pueblo desconocido? Definitivamente, lo ignoro, aunque también constato que ese conocimiento popular masivo no debería librarle de lo que le corresponda.
Como no debería librar ni agravar a otra sospechosa que no pasa por sus mejores horas, María José Campanario, esposa de Jesulín, a la que todo se le vuelven pulgas: su madre ha pasado unas horas detenida por ser la beneficiaria del fraude que propició un testimonio incierto de su hija –una baja laboral– y ella misma ha tenido que ver cómo la organización colegiada de enfermeros de Castellón emite una nota diciendo que ni estaba allí como tal ni se la esperaba.
No estamos hablando de responsabilidad por un fraude a gran escala, estamos hablando de un caso concreto: faltó a la verdad administrativa, sí, y es grave, pero no se trata de Al Capone, ojo. En ocasiones, es grande la tentación de la administración de ejemplarizar a la población con sentencias severas sobre personajes muy conocidos.
Piensen en ello. Y también en que puede que se lo merezcan.