Sesudos observadores de la cosa dinástica llevan unos cuantos días analizando con lupa la noticia del embarazo de la Princesa de Asturias. A muchos les ha inquietado la rapidez con la que la Casa del Rey ha hecho público el estado de buena esperanza y a otros les mosquea que haya pasado tan poco tiempo entre uno y otro hijo, es decir, entre Leonor y lo que vaya a venir.
Habitualmente, dicen los expertos, una noticia de este tipo no se da hasta que se ha llegado al tercer mes de embarazo e interpretan que con el anuncio tal vez se haya querido callar algún que otro comentario circulante por el eterno foro de los chascarrillos. Es cierto que este embarazo le está causando a la gestante algún que otro contratiempo que, de no saberse la realidad, sería interpretado vaya usted a saber cómo, pero eso no es suficiente para calmar la habitual teoría conspirativa que albergamos todos en nuestro sino. Ya dijo el Príncipe que quería más de dos hijos y menos de cinco. No es ningún niño, con lo que es normal que no pierda el tiempo. No los va a tener con 50. La cuestión estriba en saber el sexo de lo que viene, lo cual es menos baladí de lo que parece.
Se supone que ellos lo sabrán dentro de poco, pero no está claro que lo vayan a hacer público, con lo que repetirán el cuento ese de hacer ver que no lo saben hasta que nazca. De nacer hembra, el problema legislativo se aplazará hasta el próximo embarazo, si llega. De nacer varón, se especulará con la conveniencia de la preceptiva reforma de una constitución que establece que el heredero sea el primer varón independientemente del orden en que haya nacido.
Sabemos que reinará Leonor, que es lo que dice el sentido común que surge de la contemplación de una sociedad en la que existe, o se busca, igualdad de oportunidades entre unos y otras, pero para que todo transcurra sin atisbo de sobresalto alguno habrá que retocar el famoso artículo 57.1, ese que podrían utilizar los enemigos de la monarquía, que los hay, para incitar contradicciones entre miembros de la misma familia. Antecedentes históricos podrían ser esgrimidos. Todos sabemos que hay una generación intermedia pendiente de reinado, pero aprovechar otras reformas pendientes para colar ésta no sería ninguna tontería.
De poder ser yo quien aconsejara a la Corona –cosa que jamás ocurrirá porque la Corona tiene gente mejor que este humilde columnista para ser escuchada--, le sugeriría que no dejara que la pregunta sobre la sucesión sufriera la soledad de un referéndum exclusivo. Hay mucha gente deseando plebiscitos absurdos. Ya me entienden. Felicidades a los padres y que todo salga bien.