Viendo lo que hay, su sonoro enfado y la obstinación de su hijo por el matrimonio, no acabo de saber si Borja se casa con su novia o contra usted. Desde siempre se dijo que la mejor manera de que un hijo haga lo que no queremos es empecinarnos en oponernos a su voluntad. Me extraña que usted, de natural despierto, no haya reparado en ello. Han pasado diez años desde que su corpulento retoño comenzó a alternar con esta espectacular muchacha. Es suficiente tiempo como para pensar que no estamos ante un capricho pasajero. Desengáñese: a él le gusta ella y a ella le debe gustar él, porque me resisto a pensar que alguien aguanta a otro todo ese tiempo sólo por ver cuántos cuadros cuelga en el pasillo de casa. Sé que usted aspiraba a algo con más caché y más ropa, pero los designios del corazón son imprevisibles. Haga memoria y recuerde lo que injustamente dijeron de usted cuando comenzó con su inolvidable y riquísimo marido. Comportarse de forma tan severa cierra muchas puertas al futuro, aunque éste le diera la razón. Si a Borja se le pone en la cabeza y en el corazón casarse, lo hará; por mucho que usted le niegue el pan, la sal y la paga. Además, un nieto le espera, trague lo que tenga que tragar y disfrútelo. Como siempre, le deseo lo que usted merece: lo mejor.
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