Se van los Beckham. ¿Qué va a ser de nosotros? Sobre todo: ¿Qué va a ser de los comerciantes exclusivos de a millón por falda sin la presencia de una Victoria gastosa y lánguida visitando sus aparadores? Se van y ya no hay nada que lo remedie. Los Estados Unidos por la parte de California van a experimentar la misma fiebre informativa que se vivió en Madrid cuando el club que ha resultado vencedor del Campeonato de Liga recibió a la pareja milagrosa. Aunque la diferencia es que allí están muy acostumbrados –de forma especial en Hollywood– a ver celebridades en el supermercado o en la alfombra roja, con lo que el futbolista y la macilenta no deberían causar más sorpresa que, pongamos, Cruise y su muchacha, pero, no obstante ello, la llegada de la pareja británica más importante después del príncipe Carlos y su bella esposa ha atraído sobre sí toda la curiosidad de los focos, de los medios y del dime y direte.
Cuando se es una estrella allí, se es una estrella de verdad, con lo que Victoria estará en su salsa, destrozando tarjetas de crédito en Rodeo Drive –si ella puede, lo celebro–, y pidiéndole perejil a su vecino sin temor de que éste sea menos famoso que ella. David, por su parte, dejará caer las perlas de su talento futbolístico en un escenario de secano: el fútbol norteamericano es modesto, soso, aburrido y mediocre, y un jugador vestido de frac como Beckham contrasta forzosamente entre tanta medianía vestida de pantalón corto. Los Estados Unidos han sido, hasta ahora, un cementerio para los grandes elefantes.
Sobre todo para los que han escrito buenas páginas en Europa, pero con el fichaje del inglés, aún en forma excelente, rompen la costumbre de llevarse los restos de grandes estrellas.
Beckham está pletórico y lo seguirá estando durante bastante tiempo, ofrecerá elegante fútbol al público yanqui y se entregará sin duda alguna a su club, al igual que ha hecho en Madrid, donde difícilmente se le olvidará. Una cosa es la pareja en su versión lúdico-festiva, derrochadora o tatuada y otra un jugador volcado en su trabajo sin una mala cara ni una mala voz.
Por el momento, la remunerada familia va a conseguir poder gastar más dinero del que gasta merced a que en Estados Unidos Victoria ha conseguido que le paguen hasta por su mudanza mastodóntica.
Después de unos años de acomodo complicado, la pija más sosa y apática del mercadeo mediático, viaja del corazón del ajo al del pepinillo. Les deseamos lo mejor: a ella por el entusiasmo con el que salía de las tiendas de Serrano y a él por los buenos momentos vividos acariciando un balón.