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1 de febrero de 2007

Penélope... ¡A por ellos!


Penélope Cruz ya ha ganado.

Independientemente de lo que ocurra la noche americana de los Oscar, independientemente de los nombres que pronuncien los presentadores de los premios –entre los que no estará, en esta ocasión, el de Pedro Almodóvar--, independientemente de la repercusión que tenga en el mundo del cine lo que allí se decida por los muchos miembros del jurado, la actriz ya ha ganado, como bien se vio esta semana en la gala de los Premios Goya.

Ha ganado porque en la candidatura al Oscar a la Mejor Actriz se simboliza el éxito de quien llegó a Estados Unidos, meca del celuloide –como dicen los más rancios– no siendo más que una popular actriz del cine español y una perfecta desconocida para las criaturas de allá.

A las de allá se las ha ganado después de varias buenas interpretaciones y alguna que otra digna de ser olvidada, y a las de acá las tiene medio divididas a cuenta de su calidad interpretativa, esa que unas veces es juzgada con imparcialidad y otras con algún tinte envidioso. Se ha dado en cuestionar –y eso es muy español– la talla actoral de Penélope y más de un crítico, ejerciendo su derecho, se ha llevado las manos a la cabeza al conocer la noticia de su nominación: aseguran que la primera española que aspira al premio en esa categoría, como hizo Javier Bardem en la versión masculina, es una lolita ficticia sin recursos dramáticos que no pasa la mínima prueba del algodón artístico.

Otros, en cambio –y entre ellos está quien suscribe–, ven en ella a la mejor embajadora de un cine, el de aquí, que no tiene excesivo éxito entre los consumidores pero que puede verse beneficiado por la propaganda que supone que una de sus representantes se sitúe en la élite más cremosa del arte número siete.

Es muy probable que no gane, ya que quienes le disputan el trofeo tienen más relevancia, más éxito y más enjundia, pero ese medio minuto en el que su rostro es enfocado mientras atiende a escuchar el nombre premiado, visto por medio mundo, es un “spot” impagable de sí misma y de aquellos a los que representa. Yo le deseo suerte porque es una forma de deseárnosla a todos: su nombre promociona la imagen de su país, el nuestro, y el talento concreto de la industria cinematográfica en la que comenzó.

Después de haber conseguido su segundo Goya, esta vez por su interpretación en la también premiada “Volver” de Almodóvar, aquella joven de Alcobendas va dando todos los pasos que median entre las dos categorías que siempre soñó, pasos que permiten pasar de ser una actriz a ser toda una estrella.

 


 


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