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9 de junio de 2005

Muchas felicidades, infanta Cristina


Prácticamente podría calcar las anteriores columnas que he escrito cuando ha nacido un nieto de los Reyes o un hijo de la contumaz infanta Cristina, que, rompiendo la media española, acaba de parir a su cuarto vástago.

¡Qué decir que no sea sino felicitaciones y albricias!

Lo que me llama la atención de este parto han sido las palabras del padre de la criatura, Iñaki Urdangarín, que ha declarado que después de este advenimiento se retira de la profesión de progenitor, dado que ya tiene el equipo de balonmano casi al completo.

No me extraña: cuatro hijos es una batalla diaria, más allá de que tenga gente trabajando en casa.

Los enredos de ser padre no se ciñen sólo a la mecánica común de pañales y biberones.

Finalmente, además, llegó la niña, y eso suele cerrar los ciclos: tres varones son suficientes.

Mariló Montero es también la más pequeña de cuatro, tres de los cuales son varones, y cuenta que se pasó la infancia defendiéndose de tres bárbaros mayores: su padre, zapatero a horas perdidas, le reforzó la punta de los zapatos con una chapa ultrarresistente al efecto de que cuando les asestase una patada les hiciese recordar el dolor más tiempo del normal.

Gracias a eso, la Montero se hizo respetar por los tres vándalos que le anteceden y pudo forjar un carácter de aúpa.

Un encanto, pero temible.

Pues puede que a Irene le pase algo parecido.

Por muy fina y muy regia que sea una familia, las patadas son las patadas.

Que se lo digan a Froilán.

Fue especialmente curioso el momento en el que el Rey felicitaba a Rafael Nadal, campeón anticipado que promete años de éxitos, y le contaba que la Reina había salido urgentemente a la impresionante clínica Teknon –si no es la mejor del mundo, casi– para acompañar a su hija.

Lo lógico es que se felicitaran mutuamente.

Uno al otro por haber arrasado en las pistas francesas de tierra batida y el otro al uno por sumar una segunda nieta a la lista abigarrada de descendientes.

La infanta Cristina cumple 40 años y, según parece, cierra la fábrica de niños.

Ya ha aportado bastante.

El nombre de la chiquilla ha basculado a la parte griega de la familia y, contra la tradición de abultar la lista de nombres de la criatura, han optado por el minimalismo escénico de bautizarla y registrarla con un solo nombre.

Este nacimiento sirve de prólogo al que aparecerá dentro de pocos meses y del que aún no sabemos el nombre elegido; sólo sabemos de él que será heredero a la Corona –lo cual no es un detalle insignificante precisamente–, pero no si se llamará Pelayo, Juan o Alfonso.

Mucha actividad pediátrica en Palacio.

Que crezca con salud y que castigue a sus hermanos.

Felicidades.
 


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