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Diario Sevilla
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23 de diciembre de 2007

El amigo imposible


Así es como mi compañera Maria José Catalina denomina al “amigo invisible” o “amigo secreto”, un juego que parece haberse extendido, cuyo origen, y miren que me he esforzado en buscarlo en Google, desconozco. Tampoco sé el motivo del talentoso ‘rebautismo’, pero pienso que ha logrado dar en la clave de este juego, estrella de comidas y celebraciones en fechas navideñas.

El “amigo invisible” –ustedes ya lo sabrán- consiste en cruzarse un regalo, a ser posible con gracia, sin que se sepa quién lo hace. Es típico entre compañeros de trabajo cuando llega la Navidad, aunque no tiene por qué coincidir con el Día Mundial de las Cenas de Empresa. Existe multitud de variantes: la del ‘amigo invisible alusivo’, en la que el regalo debe referirse, explícita o implícitamente, o bien mediante algún comentario jocoso, a la personalidad del destinatario; la del ‘amigo invisible temático’, cuya modalidad consiste en que todos los regalos deben corresponder a un tema genérico prefijado; incluso, para casos en los que la mayor parte de los integrantes son unos desconocidos, es recomendable la versión ‘amigo invisible-invisible”, cuyos paquetes, introducidos en una bolsa, van extrayéndose a ciegas. Lo malo (o tal vez lo mejor) de esta versión -depende del acierto de tu compra-, es que cojas tu propio obsequio. En las maneras mencionadas, si se realizaran bien, todos quedarían satisfechos por la originalidad o la diversión resultante.

Pero me temo que la versión más común es la bautizada por mi compañera y amiga como ‘el amigo imposible’, denominación que podría ser añadida a Wikipedia. La propuesta para el juego consigue sus objetivos por la capacidad de romper algunos de los muros de cristal que se levantan con la presión cotidiana de la oficina. La ilusión es unánime durante la preparación del mini evento.

Superada la planificación necesaria para el sorteo ciego de los nombres, se llega a uno de los momentos cruciales: cuando enredas cien mil veces los papelitos mientras desearías tener  la visión de Superman para que se te pegue en el dedo la persona preferida. Y, ¡zas!, llega la sorpresa. En el peor de los casos has ido a coger uno de los nombres considerado de ‘los más complicados’. Es cuando se monta el lío, y entonces querrías abrir un mercadillo de papelitos para comenzar los intercambios. Lastrado con una losa en tu conciencia, arrastras el nombre por los estantes de la imaginación en busca de un objeto que, al menos, te deje en buen lugar. La carita del receptor en el momento crucial es lo que delata si ha sido víctima de una faena de alivio o de alguien que ha mostrado interés sincero por conocer un ápice de la otra persona. Es el espíritu del ‘amigo imposible’, desvelar al que carece de ingenio, gracia y originalidad, que los hay. Algunos regalos los carga el diablo.

 


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