11 de diciembre de 2024
 
   
     
     
Últimos artículos
¿Qué planes tiene usted para octubre? [ABC]
Siete a cuatro [ABC]
Sanchezstein y sus amenazas [ABC]
Truquitos indecentes de última hora [ABC]
De Palestina y las urnas [ABC]
Cuidado con las represalias tecnológicas [ABC]
El clorhídrico palestino [ABC]
Diario Sevilla
VER-ORIGINAL
24 de junio de 2007

Poeta gastronómico


Ya no es sólo Dios quien custodia la receta de la creación de la naturaleza. Ferrán Adrià le ha robado su secreto. O se la ha robado, o Ferrán se tutea con Dios. O es un dios de otra especie. Es fácil imaginar a Ferrán flotando por el universo, desde donde, observador del espectáculo de la vida, adivina los diminutos sabores que exhala la Tierra. Acaricia con su mirada la belleza de las flores, las plantas, los animales y, si enamoramiento hubiere, los testa con su paladar mental hasta señalar con su dedo índice qué materia tendrá la gloria de pasar a convertirse en una de sus criaturas para un sublime emboque. Es entonces cuando un haz de luz blanca, proyectada desde su dedo índice, hace resplandecer esa materia.  

Adrià, como un Quijote enloquecido por los bosques, que ve gigantes donde los mundanos vemos molinos, tiene la virtud de percibir, con un eco mental amplificado, el espíritu de sabores emocionantes donde los terrenales vemos simples brotes.  

En su mesa nada sabe a lo que ves,  porque lo que ves no sabes a lo que sabe. Nunca antes lo habríamos comido. Ferrán Adrià se come la naturaleza para reconstruirla. Desmonta la flora y la fauna para enmendarla en favor de los hombres. No tardará Ferrán en encontrarle el sabor a las sombras, a las nubes, al calor del sol o a las luces de la luna. Porque está loco, loco como un Quijote. Es un poeta gastronómico, un cocinero de lapicero, que escribe versos efímeros sobre un plato que se guardan los comensales donde está la cultura de la gastronomía: en la mente, en el recuerdo, en el espíritu y el estómago. Honra a los alimentos comunes y glorifica los inexplorados. Pasan del simple conocimiento microscópico y académico a retumbar la fascinación psicológica.  Hace comestibles todas las texturas de la naturaleza y lleva a la contradicción humana la coherencia visual y gustativa que hasta ahora podríamos tener de las rocas, de la espuma del último aliento del mar, del abrigo de los árboles, de la transparencia de los pétalos, de su esqueleto, de sus tallos o de las mismas conchas. En El Bulli debes rendirte a ser lo que ellos quieren que seas porque reinventarán tu vida. Te invitan a deslizarte por un sueño fascinante donde debes poner los cinco sentidos  a su servicio, pues ellos están seguros de que despertarán “el sexto”, el que han creado entre el comensal y la comida: la razón, transgresión, ironía, provocación, recuerdos de la infancia, sorpresa, juego, magia, descontextualización, engaño, memoria, cultura gastronómica y armonía.

En una coqueta casa, guarecida por un frondoso bosque de una cala de Roses, se halla el corazón que hace latir la fábrica de la naturaleza. Donde el trabajo de un dios de otra especie es el nuevo sabor de los hombres.

 

 


enviar a un amigo comentar
[Se publicará en la web]
facebook

Comentarios 0

Traducir el artículo de 


Buscador de artículos
Título: 

En el texto del artículo

Texto de búsqueda: 


Administración
  Herrera en la red
  Herrera en imágenes
  Sitios que me gustan
 
©Carlos Herrera 2003, Todos los derechos reservados
Desarrollado y mantenido por minetgen, s.l.