Una de las críticas más habituales que recibe la era de la informática es que ha vencido al correo epistolar. Por su causa, ya no se deslizan en nuestros buzones las cartas escritas a mano. Ya no se lacran con un beso los sobres antes de levantar la lengüeta que se abatía hacia el abismo del buzón. Ya no esperamos ver entre el correo letras resbaladas de tinta. No recibimos sobres amados, ni los untamos con unas gotitas de clandestino perfume. Ya no escribimos en cuartillas nacaradas donde nos sincerábamos sin testigos y con destinatario callado. Los carteros ya no llaman dos veces a la puerta, desabrigados de sus carteras henchidas de galanteos, confesiones, quimeras, peroratas, aguardos, nuevas, sinceridades que llegaban a tus manos impregnadas de la amarillenta savia de su largo viaje discurrido por aquellos grandes mares que nos separaban. Cartas empolvadas por los caminos desabridos de los pueblos de España, encanecidas por los largos viajes y estrujadas en el interior de las sacas de esparto que viajaban en trenes de madera. El cartero ya no llama dos veces a la puerta, ya no llama con toque familiar.
El buzoneo informático se ha encarnado en un poder sobrenatural, capaz de apabullarnos con un chorreo constante de correos, en su mayoría superfluos. Pocos son los amigos que se inspiran ante la inmaculada e íntima pantalla del ordenador. Pero hasta el correo informático tiene sus bondades. El buzoneo informático es intangible, pero no del todo insensible.
Enternecida me quedé el otro día al recibir de un amigo uno de esos emails que contienen chistes o pequeños vídeos con las historias más diversas. En éste, un joven camina por las calles de alguna ciudad con un gran cartel alzado en sus manos en el que puede leerse: “Free Hugs” (Abrazos gratis). Poca gente, creyéndolo un insensato, repara en él. Hasta que, después de mucho rato, una señora con apariencia de indigente se deja contagiar por el verso del joven y ambos terminan abrazados. A partir de ahí, son incontables las personas que comienzan a abrazarse al protagonista y a otra mucha gente. Al final, su propuesta es suscrita y rubricada por más de diez mil personas: abrazos gratis para quien los necesite. No es poca la necesidad de afecto que delata el experimento.
Permítanme, pues, que vea con agrado la fusión de dos extremos necesitados de algo tan íntimo como el sentimiento plasmado en un papel para un destinatario callado y al recibo, conmovido. Él había escrito una breve carta a mano, con letras resbaladas de tinta, un texto sobre un cartón, en origen inmaculado y que, por corresponder a una necesidad humana, fue transmitido a través de internet.