20 de abril de 2024
 
   
     
     
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Con el corazón o con la razón


Sigo las recomendaciones de los expertos, también del sentido común, y procuro no dejar sola a mi hija, de doce años, viendo la televisión. De esa manera puedo enderezar de inmediato los mensajes erróneos que considero  podrían influirle de manera negativa en su educación.  Ambas hemos llegado a un acuerdo.

De la amplia oferta televisiva existente se elige un programa. Ella, esta temporada, ha decidido seguir la evolución de los chavales que participan en Operación Triunfo. OT, un programa de telerrealidad considerado blanco por muchos, está preñado de mensajes cuidados y de otros que no comparto. Pero es el sentimiento de injusticia el que me asalta cuando veo que este programa deja en manos de una audiencia compuesta en gran medida por adolescentes -principal consumidora de dicho producto- el futuro de los aspirantes. Ni más ni menos. El destino de los concursantes queda a merced de los cuestionables criterios que denotan miles de adolescentes. En contra del lema comercial por antonomasia, el público no siempre tiene la razón. Y he aquí la cuestión.

¿Qué razones llevan a los adolescentes a eliminar a un concursante? Sospecho, pensando en positivo, que algo parecido a lo que sostiene el escritor Eduardo Punset, quien aconseja fiarse más del corazón que de la razón. Entiendo que Punset habla desde un corazón culto y adulto con un profundo bagaje empírico y que, tras años de experiencias, ha optado por valorar la bondad del alma sobre la razón malintencionada. Pero si, volviendo a OT, las votaciones se hacen desde un corazón desprovisto de razón objetiva, los espectadores pueden incurrir en prejuicios que privan de oportunidades a los más talentosos y otorgan más suerte a los menos diestros. No es la primera vez que sufro por la eliminación de algún triunfito con claras dotes artísticas y que, a pesar de tener un gran potencial vocal, ha sido eliminado ante un contrincante incapaz de afinar y de dudosa profesionalidad. Para quienes votan a favor del que peor canta parece que puntúa más el atractivo físico del concursante. Otro dato significativo es que son eliminadas antes las mujeres que los hombres. Esta discriminación se ha repetido en varias ocasiones, siendo ella mejor artista que él, y ha dejado perplejo al propio jurado y a algunos profesores de la Academia.

Las lecciones de Operación Triunfo deberían extenderse también hacia su joven audiencia y orientarla sobre los criterios que se deben tener en cuenta para premiar a quien realmente es una promesa y para recordarles aquello de que la gloria falsamente alcanzada poco permanece.



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