Diario Sevilla |
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Aniversario de la fregona |
Hay notables objetos a nuestro alrededor que se convierten en cosas invisibles por la cotidianeidad de su uso pero que fundamentan la progresión del hombre hacia la dignidad. Quizá, pasen imperceptibles, por su carente valor intelectual o académico. Grandes inventos que por su uso cotidiano dejan de ser revolucionarios por un manejo continuado. Se rememora la electricidad, la radio, la televisión, la penicilina dejando en el olvido bártulos que nos han sacado de trabajos degradantes que atentaban contra nuestra salud. La luz, entre otras riquezas, trajo a las ciudades seguridad en las oscuras noches dominadas por las mafias de atracadores, las redes de abastecimiento permitieron que la higiene inundara las calles hasta entonces depósito de excrementos lanzados desde las ventanas, la radio acercó a los pueblos y mundos unificando criterios o debatiendo sobre ellos, la lavadora evitó que siguiera creciendo la vereíta verde entre los caminos que desde la puerta de casa llevaban a la orilla del río a las señoras que frotaban telas ásperas hasta herir sus manos. Pero ¿quién se acuerda del inventor de la fregona? que nos puso de pié. No han transcurrido tantos años desde que Manuel Jalón irguiera a las amas de casa y limpiadoras de clase media que fregaban arrodilladas; una humilde labor que evitaban realizar ante sus maridos. Este año se cumplen 50 desde que se inventara la fregona, desde que éste trabajo cotidiano se dignificara. Allá por 1956 un amigo le pedía, en una cervecería, al ingeniero aeronáutico Manuel Jalón que dejara de inventar aparatos para los aviones y –señalando a una señora que estaba fregando arrodillada en el suelo- pensara en crear algún artilugio que dignificara la labor de millones de mujeres y las pusiera a fregar de pie. Jalón ensimismado con la idea, recordó su época americana, donde los hombres fregaban, el aceite de los hangares, de pie con unos cepillos de palo largo. Inició una tarea ardua hasta encontrar el material que resistiera semejante trote y una fábrica que lo produjera. En poco tiempo, con las fregonas ya hechas realidad en una fábrica de Zaragoza, empezó una dura campaña publicitaria para promocionar un producto que provocaba más que escepticismo. Las “fregonas” de casa creían que iban a acabar con sus puestos de trabajo. Pero las reticencias sucumbieron ante la evidencia del ennoblecimiento de un trabajo que combatía enfermedades padecidas por miles de mujeres como era la artritis, la artrosis de rodilla, las infecciones en las manos o las desviaciones en la columna vertebral. Los inventos sólo llegan a ser verdad cuando la sociedad los acepta. Y así fue años después. Manuel Jalón, fue un inventor sin vocación de magnate, no se hizo rico con sus inventos entre los que se incluye también la jeringuilla desechable, pero llegó a ver cómo la Real Academia de la Lengua aceptaba su “aparato lavasuelos” y su nombre entre los cinco inventores más importantes incluidos en la enciclopedia Encarta de Microsoft junto a Miguel Server, Isaac Peral, Ramón y Cajal y Ricardo de la Cierva. En los dos primeros años, se vendieron 15 mil fregonas, calcular hoy los millones que hay por todo el mundo es una tarea casi imposible por haberse convertido en uno de los artículos más exportados de España. Después de que se me partiera el palo de la mía fregando la cocina y tuviera que invocar a las limpiadoras de antaño hincando mis rodillas al suelo, halago el ingenio de Don Manuel y evoco los primeros palos de madera de roble que de mantenerse así no se me hubiera partido el mío tan frágil que me hizo ver hasta los poros de las baldosas.
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