Fue un mágico zapato de cristal el que la liberó de la esclavitud, reactivó sus derechos, le hizo justicia, la elevó a una alta posición social y le permitió conocer el amor. Sólo que un zapato de cristal le ajustara en su diminuto pie convirtió en realidad todos sus sueños de libertad. La felicidad y las ilusiones de la Cenicienta no se encontraban al albur de ninguna mano amiga, sino en el calzado que cubrió sus extremidades. Del cuento de Cenicienta se podría hacer esta lectura si reparamos en que la esperanza por la felicidad de miles de niños también está en los pies. ¿O no recuerdan esa frase en desuso de “está más feliz que un chiquillo con zapatos nuevos”? Máxima que se encuentra en decadencia porque la inmensa mayoría de los niños ya no heredan zapatos de sus hermanos, ni de sus primos o de los propios padres. Con el mismo par de zapatos se iba al colegio, se jugaba al fútbol, se bailaba, salías de paseo e ibas a misa… Con los mismos zapatos grandes y viejos se trotaban los años. Ahora, el calzado es efímero, como la esperanza.
Cinderellas Man de este siglo son Ronaldinho, Ronaldo, Beckham o Zidane, para quienes las firmas más importantes del mundo, como Adidas, Nike o Puma, diseñan las botas de fútbol con las que saltan al campo de juego en función de sus pies. A los futbolistas les hacen recorrer países para, con unas máquinas como de ciencia-ficción, clonar sus pies y personalizar el diseño. Estudian la elevación del empeine, el grado de deslizamiento de la planta con la voluntad de evitar rozaduras (trabajo frustrado en el caso de Ronaldo, que se llenó de ampollas al inicio del Mundial), la inclinación del tobillo en los regates, los efectos de la humedad, la temperatura o el grosor del césped... Ronaldinho exige tener siempre una larga lengüeta para concentrarse en ella antes de chutar. Dicen que no juega más de tres partidos con las mismas botas. Lejos quedarán en la memoria del brasileño esos imborrables tiempos en los que jugaba descalzo al fútbol sobre los polvorientos y empedrados suelos de las favelas de donde emergió. Beckham, en cambio, las cambia después de cada encuentro. El diseño de sus modelos es siempre distinto, a pesar de no resultar tan fashion en la competición, y obliga, además, a que en sus botas, hechas casi a mano, estén bordados todos los datos del encuentro, países del choque, fecha, las respectivas banderas y los nombres de sus hijos.
A la selección española, lejos de ser unos “meninos da rúa” o Cinderellas Men, se les hicieron añicos el pasado martes las botas de cristal. Llamó a la puerta de España un príncipe soberbio llamado Zinedine Zidane, que con un “a vôtre santé” nos rebajó a la esclavitud de los octavos calzándonos para el caminito de vuelta.
Sí, el calzado es efímero. Algunos pies, gloriosos. Pero en la esperanza renacerá el hechizo infantil del otro zapato de cristal que aguarda para nosotros.