El elevado número de ciudadanos españoles que se abstiene ante una convocatoria electoral es alarmante. Ha vuelto a ocurrir en las elecciones catalanas y la participación de los andaluces en la próxima convocatoria al referéndum sobre el nuevo Estatuto Andaluz empieza a preocupar. Parece ser, pues, un momento adecuado para reflexionar sobre el asunto. Sobre el por qué, ante cada cita electoral, el pueblo resta importancia al valor de su tarea como operador de cambio para mejorar la democracia. Que se celebren las elecciones no es suficiente para que un país sea democrático. Como bien se describe, la democracia existe para otorgarle a la gente una forma de vivir en comunidad que resulte beneficiosa para todos, sin opresión, dispersión política o de un régimen autoritario. Para que ésta impere, dos sujetos han de mirarse al espejo: el político y el ciudadano.
Hay políticos que, como afirmó Platón en su República, hablan como si el público fuera un gran animal. Los discursos que utilizan son cada vez más agresivos y llenos de retórica manipulando las emociones del ciudadano y deconstruyendo sus ideas. Puede que el que se abstiene lo haga por el hartazgo y la pérdida de confianza en los gobernantes. El lenguaje político está más devaluado que nunca y esto está generando que se ladre, se insulte, no se tolere y se llegue a los ataques personales e injusticias de las libertades. Debería reformarse el estatuto del político, si existe, o sus principios: lealtad al votante, veracidad y que lenguaje y actos sean inseparables. He de acudir al pensamiento ajeno para tratar de remover las conciencias de políticos y electores. La idea justa, ante el fracaso de los gobernantes por la conquista del voto, del magistral catedrático Don Teodoro González Ballesteros quien propone irónico – o no- que en el parlamento se ocupe el número de escaños proporcional al de votos logrados.
Para el elector sirve el principio aristotélico de que el hombre es por naturaleza político. Todos somos políticos capaces de regular las acciones humanas. También los absentistas deben mirarse al espejo y abandonar la excusa de que padecen de ignorancia política o desengaño. Todos, deben recuperar los efluvios de la primera votación al alcanzar la mayoría de edad y sentir que el voto es un acto excitante, que la democracia lo es también.
Andalucía tiene un nuevo reto ante este nuevo Estatuto que para unos será el impulso necesario para una Andalucía de primer orden y para otros un texto donde el rico será más rico y el pobre más andaluz. Pero para todos, hombres políticos, se ha de votar a favor del crecimiento democrático.
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