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Diario Sevilla
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24 de octubre de 2004

La belleza también está en el exterior


Nunca imaginé que Disney pudiera hacer tanto daño con el mensaje de La Bella y la Bestia. Esa obra de arte inculca a grandes y chicos los valores internos del ser humano, hace que miremos a los ojos de la gente y busquemos en su interior su bondad, pureza y personalidad evitando juzgarla por las apariencias externas. El mensaje ha debido calar tanto, tanto, en estos años que hay quienes por ley ya dictan que la otra belleza, la exterior, es ofensiva y que está dentro de la marginalidad y la indignidad.

La que se ha liado por que vayan a recoger las pelotas de los tenistas, durante el Masters de Tenis de Madrid, unas cuantas modelos vestidas de Hugo Boss, al cual han acusado de "reducir a estas jóvenes a un papel de mero reclamo sexual para promocionar la firma". ¡Vamos hombre, hasta aquí hemos llegado! Una cosa es que para evitar el intrusismo se dude previamente de su capacidad para recoger pelotas sin que se conviertan en el detonante del fracaso del partido, y otra que vayan a despertar, a jugadores y público, del letargo hipnótico al que se ven abducidos por los vuelos pendulares de la bola.

La belleza externa ha caído en el saco de la intolerancia. Quedó patente en el histórico posado de las señoras ministras que supieron tratar su innata coquetería con tanta profesionalidad que lograron espantar la más anticonstitucional libido. Todo lucimiento inocente es ahora un arma de provocación. Prohibido en los colegios que las niñas enseñen el ombligo. Terminantemente inadmisible que lleven minifalda –una herramienta letal que incita a violaciones–. A los futbolistas se les niega celebrar los goles levantando sus camisetas para evitar propagar el nefasto ejemplo que produce mostrar públicamente la tableta de chocolate. "Un acto sexual que conmociona y del que cuesta recuperarse". Claro, lo ideal es cuando Raúl besa su alianza tras uno de sus caros triunfos. Podrían decirle a Beckham que juegue con gafas de sol y una mordaza en la boca para taparle su seductora sonrisa y el chándal debería ajustársele, con elástico, en los pies. Es intolerable lo sensual que sale al campo; vamos, yo apago la tele en cuanto le veo salir.

¿Y quién está en contra de la belleza exterior? Los galantes caballeros ¿qué admiran?: ¿La feminidad de las señoras, su fina sensualidad, la delicada seducción, el desinteresado coqueteo y luego ya hablaremos para conocernos mejor y ver tu belleza interior?¿O todo lo contrario?¿Creen ustedes que los poetas preferirían inspirarse en musas vestidas con pijama monacal? ¿O las señoras que critican son esas que se acribillan a Botox porque les indigna la tersa frescura de la piel de una adolescente?

Vuelvan a ver la película de Disney y encuentren el mensaje de aquel proverbio chino: la mitad de la belleza depende del paisaje y la otra mitad de la persona que la mira. 
 
Mariló Montero


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