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Diario Sevilla
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17 de junio de 2007

No hay ni dios


Estoy mirando el cielo desde más arriba de las nubes y lo veo desierto. ¡Blanco, blanco, blanco! Por primera vez desde que vuelo en avión lo siento diferente. Vacío de volúmenes, sin grandes nubes abollonadas. Tampoco hay agujeros que permitan entrever trozos de nuestra tierra. Tengo la triste sensación de que carece, incluso, de espiritualidad, de capacidad de evocación, de magia, de misterio….

Hoy, el cielo luce  blanco como una hoja en blanco en la que nada hay escrito y es como si lo que se escribiera, a partir de ahora, ensuciaría su eterna pureza. Estoy metida en el vacío. Aquí no está ni Dios. Con perdón. No es  un taco, señor Barbeito.  Es que no está ni Dios porque si en el cielo, como dicen, ya no está Dios, aquí no ha podido venir nadie más. No hay anfitrión, pues no hay invitado. No hay Dios en el cielo, pues tampoco paraíso. Truena, pues ya no hay angelitos jugando a los bolos. Aquellos, nuestros muertos que creíamos aquí, entre las nubes o las estrellas, donde les buscamos cuando necesitamos aliento en la desesperanza, no están.  Nuestra Fe: ¿dónde está nuestra fe?

Estos son los efectos secundarios de los pensamientos primarios que se generan después de haber conocido la versión de un grupo de arqueólogos que aseguran haber hallado los huesos de Jesucristo enterrados.  Tras años de investigación y según lo venden estos arqueólogos, por hache o por be terminan aterrizando la punta de su dedo índice sobre un diminuto punto del mapa mundial donde se halla la tumba de Talpiot. Un lugar sacrosanto que quedó cegado bajo un bloque de pisos habitados por familias comunes. Como ven, no todo es mentira: Dios está entre nosotros. Aunque no supiéramos que tan cerca.

La vulgaridad ayuda a la desmitificación de toda una creencia religiosa y a la irritación, probable, de todos aquellos católicos llenos de fe y dudas. Se tiene fe si se tienen dudas, y estos movedores de polvo pretenden reescribir un mundo que ya ha sido y que será inamovible a pesar de muchos corrimientos de tierras que hagan. Como diría el maestro Tico Medina, refiriéndose a la Prensa del corazón, antes se buscaba oro entre el barro y ahora se busca barro entre el oro. En esa tumba “sagrada” dicen que hay varios osarios con sus nombres. En resumen, que Jesús está enterrado al lado de su hijo, desconocido por la historia, y de Maria Magdalena, su esposa, además de por sus hermanos. Un lío más gordo que un “hormigas blancas”.

Ya que nos vamos a cargar la resurrección de Cristo y todo el cuento que sigue y le hemos hecho la prueba de ADN, metamos sus huesos en un bote de cristal de una Universidad para que ni Cristo descanse en paz.

 

 


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