Hoy es Domingo de Ramos. Borriquitas por doquier. Chiquillos por delante, «un sol entre las manos» y padres a la vera. Ilusiones de cera, estrenos de Pascua, palmas rizadas, esplendores por inaugurar y zapatos nuevos en los pies. Colores pastel en el rostro joven de la primavera, pecadillos a la mar, corazones derretidos al calor de abril, entrada sabrosa en Jerusalén y Dios en andas campando a sus anchas. Se abre la espita de la Semana Santa, capirotes en bandada y llanto en las risas de domingo. Lo sabido, lo de todos los años. Si acaso, una novedad: algunas hermandades han decidido mostrar su postura opuesta al aborto y a la ampliación que proyecta el Gobierno de España. En algunas ciudades lucirán lazos blancos y en otras manifestarán ceremonialmente su disconformidad. La irritación está servida. Sorprendentemente, añado.
¿Qué hay de anacrónico en ello? Para ser miembro de una hermandad de penitencia es menester manifestar la fe católica mediante los correspondientes certificados de bautismo y es de obligado cumplimiento la adhesión a los preceptos elementales del dogma correspondiente. Una hermandad no le pregunta a cada nazareno qué pasa por su cabeza mientras procesiona, pero sí obliga a que éstos conozcan sus posturas acerca de los desafíos de este mundo. La Iglesia es disconforme con las prácticas abortistas, con lo que parece elemental que se manifiesten en ese sentido. Nadie está obligado a formar parte de una cofradía ni a realizar estación de penitencia alguna. ¿Dónde está el problema?
Las autoridades políticas que promocionan la ley de marras andan profundamente irritadas por el hecho de que este tipo de asociaciones se posicionen en contra de una normativa gubernamental que consideran improcedente. Las voces sectarias han elaborando un mensaje esencial: «No mezclen religión con política». Hacen como Franco cuando aconsejó a un coetáneo aquello de «haga como yo: no se meta en política». El mensaje es indudablemente perverso, ya que lleva implícito un mandato excluyente: la política es cosa exclusivamente de políticos y vosotros, simplemente, os podéis dedicar a lo elementalmente festivo, a la decoración superficial de las sociedades, a manifestaciones culturales, a ilustrar la tradición de diversos colectivos. ¿Quiénes sois vosotros, simples nazarenos, para reconvenir a un gobierno? ¿Quién le ha dicho a esta partida de imbéciles que ellos son soberanos para decidir quién tiene derecho y quién no para manifestar sus creencias? Una cofradía actuará de forma correcta siempre y cuando se manifieste acorde con el pensamiento dominante; entonces puede entrar en política. Si es para incomodarnos, no. Peligroso deslizamiento hacia el pensamiento totalitario.
Una joven de dieciséis años no puede tatuarse un brazo si no presenta el preceptivo permiso paterno. Sin embargo, sí podrá abortar sin necesidad de consultarlo con sus custodios. Algo tan sumamente irracional acaba de ser propuesto en un proyecto de ley que todos estos capullos sulfurados consideran irreprochable. Si lo reprochas desde una hermandad con reglas concretamente católicas, corres el peligro de que te acusen de medievalista y de que te nieguen el derecho a manifestarlo aún no sé bien en nombre de qué. Te dicen que te otorgan subvenciones y que, por lo tanto, eres preso de su voluntad. ¿Cabe mayor sinvergonzonería? Una cofradía, según el criterio de toda esta colección de mediocres mentales, debe limitarse al papel decorativo de fiestas patronales y al lucrativo negocio de ingresos por atractivo turístico. Pensar, no. Pensar está prohibido si piensas en contra de lo que decido yo. Dedicaos a encender vuestros cirios, a pasear vuestros santos, a prender vuestros pebeteros y a tocar vuestra música. Yo, el poder, os cortaré el tráfico y os despejaré el panorama. Pero a partir de ahí no se os ocurra chistarme.
«No podemos dejar la Semana Santa en manos exclusivamente de los católicos», llegó a decir uno de estos estólidos, los mismos que pretenden que el laicismo convierta una procesión religiosa en un desfile civil de cuatro monos políticos con vara y estandarte. No hagan caso de tanta estupidez. Si no quieren manifestarse en contra de dicha ley, no lo hagan; pero si quieren que su posición no pase inadvertida, sean consecuentes con lo que significa vestirse hoy de nazareno.
Feliz Domingo de Ramos, en cualquier caso.
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