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9 de diciembre de 2000

El cuento del John y yoko


Como ya deben saber, hoy deberíamos rememorar en Espala el veinte aniversario de la muerte de John Lennon, fallecido en Nueva York, siendo ya en nuestro país 9 de diciembre. Fui y soy un sincero admirador de las creaciones de este inglés antipático y agitador que se adelantó tantos años a su tiempo y que nos dejó una ristra de canciones difícilmente superables. También nos dejó mucho cuento estético–escénico y mucha agitación barata en aquellos tiempos en los que todo lo medianamente progre tenía un excelente eco y una menor acogida. No es políticamente correcto decirlo, pero, en cuestiones político–sociales, Lennon era un simple. No así su obra, que fue capaz de estar muy por encima de la de sus contemporáneos. Su viuda, hoy una aburguesadísima señora —por aquel entonces también lo era— a la que muchos culpan injustamente de haber sido la espoleta de la voladura final de los Beatles —entre John y Paul había tanta distancia que no hacía falta ninguna japonesa ratoneando—, ha realizado unas declaraciones dignas de ser consideradas. Cuando le han preguntado las autoridades penitenciarias si aceptaría que asesinó a su marido y que lleva ya veinte años en la cárcel, ésta, presa de indignación, ha dicho que por supuesto que no. Que eso sería poco menos que volver a asistir a la muerte de John. Curioso ¿no? Es decir, la contracultural Yoko, la revolucionaria Yoko, la de «dar una oportunidad a la paz», la de tanto tópico y tanta proclama, resulta que se niega a la salida de prisión de un demente veinte años después de que éste asesinara a su marido. Y lo curioso del caso es que todo el mundo lo considera normal. Por supuesto, el demente no va a salir, que menudos son los norteamericanos con las perpetuas. ¿Qué ocurre, en cambio, para que los que consideran consecuente la negativa de Ono clamen coléricos ante la posibilidad de que las condenas en España se cumplan a rajatabla? Me da que sobre eso no dejó John nada dicho. Menudo cuento.


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