Llevo media tarde amargado intentando descubrir quién y cómo ha atacado al autogobierno de Cataluña. Desde que llegó la democracia, la autonomía catalana ha vivido acelerones y retrasos, tirones y parones, avances consensuados y frenazos gubernativos intencionados; pero ataques, lo que se dice ataques al autogobierno de aquella prodigiosa región no los ha habido por ninguna parte, a no ser que se refieran al 23-F. Si la pandilla de iluminados que salió a hacer el ridículo por las calles de España hace veintitrés años hubiera triunfado, los catalanes hubiesen tenido razones suficientes para preocuparse por su autogobierno y su autonomía. Pero más allá de ese accidente felizmente resuelto ¿quieren ustedes decirme cuando ha estado en peligro el gobierno autónomo catalán como para hacer de su reivindicación el lema de una manifestación en la que, teóricamente, estaban llamados a protestar contra ETA?. Por demás, se me antoja que no es la misma protesta contra ETA la que puede establecer Ezquerra Republicana de Cataluña que la que puede realizar una víctima cualquiera. No protesta igual Carod que la hija del guardia civil que hoy es periodista y que llevaba la relación con los medios en la exposición que se ha celebrado en San Hermenegildo, en Sevilla, en la que se muestran el zulo de Ortega Lara y el coche con el que Henri Parot quería matar a media ciudad hace trece años --por cierto, dentro de poco estará en la calle, libre, con las manos sucias pero libre—
Su oposición a ETA, lo siento, no es la misma, y de la de ella me fío mucho más.
Cataluña, territorio en el que lo políticamente correcto llega a límites de enfermedad social, ha vivido la usurpación política más grosera de los últimos decenios: el secuestro del espacio político por una sola idea nacionalista. El miedo a quedarse fuera de juego ha llevado a líderes como Más o Zapatero a sumarse a la toma de postura: ¿Por qué Convergencia entra en el juego de legitimar las reclamaciones confusas de ERC?; la respuesta no es excesivamente complicada: tiene miedo a quedar fuera de lo que ellos mismos han diseñado, un escenario en el que todo lo que está fuera del concepto nacionalista de la vida sencillamente no existe. Ello es lo que llevaba a sospechar desde el primer momento que, más que una manifestación contra ETA, era una manifestación contra el PP. Ese aire asfixiante de “la catalanor” es el que ha llevado a la ausencia de la gran manifestación pendiente en aquél territorio y que no era otra que la de repulsa por los viajes de Carod. Nadie la convocó y muy pocos hubieran ido; de hecho, nadie ha castigado a Carod a excepción de su propio partido, que lo ha hecho a regañadientes.
Pero ayer se evidenciaba una contradicción más: no son antagónicos ETA y el autogobierno catalán --que es, en sí misma, una expresión incorrecta ya que La Constitución no prevé “autogobierno”, sino autonomía de gobierno, que no es lo mismo--; ETA no lucha contra el autogobierno catalán, antes bien está por su ampliación hasta la independencia; ETA quiere la independencia de Cataluña como quiere la de una fantasmal “Euskal Herría”, con lo que, difícilmente, será enemiga de sus pasos intermedios. Pero esa es otra; lo que nos ocupa es la pregunta del millón: ¿ha vuelto a hacer ZetaPé lo que quiere el PSC?. Siendo, como es, obvia la respuesta, no resulta menos preocupante que otra constatación: ¿a cuantas manifestaciones contra ETA había ido Carod a lo largo de su vida política?.
Finalmente, preguntémonos con la mano en el corazón que queda después de ser licuado por lo políticamente conveniente: ¿ha sido un intento de manifestación trampa?
Y algo más: ¿por qué les gusta a algunos convertirse en el tonto útil de las trampas?.