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19 de mayo de 2023

Hasta dónde llegaron las aguas fecales


Podemos y el PSOE juegan con un ciudadano indefenso y con las técnicas de siempre de la ETA

Las Niñas del Resplandor protagonizaron anteayer un par de momentos especialmente definitorios de su constitución particular, de sus hechuras histriónicas, de su dentadura caníbal, de su escaso apego por la decencia democrática. Montero y Belarra, las gemelas al fondo del pasillo, se saben en fase de encogimiento: después de vivir su expansión a partir de la estupidez del 15-M, su universo entró en contracción merced a la inutilidad, torpeza y maldad de sus pasos, junto con que otra igual de sandía que ellos les está comiendo la merienda. Está comprobado que ante escenarios de decadencia, la estulticia brota de forma abrupta, chillona, descarada. Brotó en el rostro y la voz irritados de Irene Montero cuando una ciudadana le reprochó su dacha de Galapagar: en tono alterado le escupió que su padre le había dejado una herencia y que su marido la tiene como una reina, dos argumentos muy ajustados al ideario comunista de Podemos, enemigos, como se sabe, de las herencias y del patriarcado. Pero no pasa nada, sólo se evidencia que las torres de papel se desmoronan en cuanto caen cuatro gotas de lluvia.

Más gravedad se vislumbra en el comportamiento de la otra gemela, Ione Belarra, también conocida como La Niña de la Curva. Se presentó en el Congreso con la misma camiseta que portó en el debate televisivo de la noche anterior una candidata de Podemos, camiseta en la que aparece el rostro del hermano de Isabel Díaz Ayuso, al que acusan de cometer un delito del que la fiscalía le eximió absolutamente. ¿Cómo es posible que en el Congreso una diputada y ministra porte la fotografía de un ciudadano anónimo, de un particular, acusándole de un delito que no ha cometido? La injuria está contemplada en el Código Penal, pero esta acción va más allá de la tipificada como delito: es una forma de amenaza, de condena, de invitación al linchamiento por parte de un alto cargo del Estado, lo cual debería llevar a la familia a personarse en los tribunales en defensa de su honor. Aunque si lo hiciera recibiría amenazas, pintadas en su casa y le harían la vida imposible; juegan con un ciudadano indefenso y con las técnicas de siempre de la ETA. Habría que imprimir camisetas con su rostro agazapado tras una curva en una mala noche de tormenta.

Las dos niñas, las gemelas turbadoras, deberían serigrafiar más rostros: puestos a buscar hermanos podrían haber elegido el rostro del hermano de Puig, el presidente valenciano, acusado de fraude en subvenciones públicas y cuya instrucción ha finalizado por un error del juzgado a la hora de autorizar plazos. Mientras no se demuestre lo contrario es inocente, pero en el caso de Ayuso ya se ha demostrado que lo es, y de eso no han querido enterarse las gemelas. Cuando pasen los años y contemplemos este tiempo de política nos asombraremos de hasta dónde llegaron las aguas, de hasta dónde ha sido capaz de llegar la ignominia de un sujeto como Sánchez y los mamarrachos que le acompañan.


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