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30 de marzo de 2023

La combustión final


A Ponsatí todo le resbala, ya que el sanchismo se lo ha puesto en bandeja para poder revalidar su asonada

La Brunete Sanchista dedicó buena parte de la mañana de anteayer a excitar la opinión política en torno al hecho puntual de una ciudadana española que ha accedido a la maternidad a través de la gestación subrogada, provocando una catarata de opiniones deleznables más propias de la zahúrda del Ministerio de Igualdad, o de la pocilga de Twitter, que de una sociedad civil medianamente adulta. Todo para evitar que la reprimenda que el Tribunal Supremo ha inferido al ministro de Interior obtuviera la relevancia que merece. No importa: toda hez acaba emergiendo a la superficie.

Al coronel –que debiera ser general– Pérez de los Cobos, una vez obligado a ser readmitido en su cargo, le está espolvoreando insidias el ministro Marlaska mediante el viejo método de dar a entender que ha 'manejado' mal los fondos reservados, cosa que tiene la ventaja de no poder ser demostrada y que siempre levanta sospechas entre todos aquellos que creen que las cloacas del poder son insondables y, además, están podridas. De haber tenido certeza de algún tipo de irregularidad, suponemos que Marlaska habría comunicado a un juzgado sus averiguaciones, pero no lo hizo. Empecinado en no admitir su falta, el ministro busca la solución última del descrédito, lo cual invita al coronel a presentar la debida denuncia en el caso de que la escalada prosiga. Contrasta el trato a un excelente servidor público con el que ha obtenido una golpista fanática y trastornada como Clara Ponsatí, la que fuera consejera de Educación de la Generalidad. Fue quien puso las escuelas de Cataluña al servicio del referéndum ilegal, las mismas que hubo de intentar desactivar Pérez de los Cobos. La paradoja se establece de manera sencilla: al coronel lo destituyen e intentan enterrarlo en porquería, mientras que a la delincuente le cambian el Código Penal para que su delito quede exento. Así la individua se pasea por Barcelona hasta que un relaciones públicas de los Mossos le invita a pasarse por el juzgado, del que sale al poco con tan solo una citación.

Sánchez, a quien el destino confunda, le arregló previamente la legislación para que a ella y a sus compinches de asonada les resultara gratuito haber querido derrumbar la Constitución, la estructura del Estado y la prosperidad del conjunto de españoles, preferentemente los que viven en Cataluña. A Ponsatí todo le resbala, ya que el sanchismo se lo ha puesto en bandeja para poder revalidar su asonada: no tiene ninguna repercusión su ejecutoria golpista y, además, puede volver a realizarla cuando quiera, ya que el delito ha sido despenalizado. El ejecutor de la traición no es Ponsatí, es Sánchez. De la misma manera que quien se deshace de un servidor ejemplar como Pérez de los Cobos es también Sánchez, mediando el ministro Marlaska. Un Gobierno que prefiere de cómplices a las diferentes ponsatís y a todos sus mariachis, antes que a los elementos consustanciales del orden, es un Gobierno condenado a la combustión final, al barrido electoral. Cosa que se tienen merecida.


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