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23 de septiembre de 2022

Billete a Portugal


Llevan con lo de los ricos toda la vida del Señor y, al final, siempre acaban pagando las clases medias e incluso las bajas

El carrusel inagotable de demagogia y cleptocracia del (des)gobierno sanchista que nos ocupa acaba de parir un ratón: el tan esperado Impuesto a las Grandes Fortunas que venía reclamando la izquierda montaraz y a la que se negaba el PSOE tan solo hace unos meses. Razón para el cambio: reformar por la puerta de atrás la decisión de la Junta de Andalucía de suprimir el redundante Impuesto de Patrimonio y tratar de pillar algunos pellizcos más para pagar el festín de los próximos Presupuestos, basados en el gasto sin control al objeto de mejorar las expectativas electorales de quienes habitan La Moncloa. Todo de forma temporal, insisten en aclarar. Cierto, temporal hasta que les echen de Palacio.

Poco importa que cualquier teoría medianamente contrastada evidencie que aliviar la asfixia siempre redunda en mejora de la economía, ya que el dinero en manos privadas, a quien pertenece realmente, suele redundar en creación de riqueza. Inmensamente más que en manos públicas. El momento y la oportunidad elegidos por Juanma Moreno para retocar una cantidad de dinero en realidad poco significativa ha mostrado un acierto estratégico de primer orden. De ahí la histeria argumental del Gobierno y la utilización a coro de los argumentarios distribuidos a todo quisque y repetidos como borregos por todo ministro que tenga un micrófono a su alcance. Todo expresado con el consabido tono de rencor social con el que se habla de las «grandes fortunas», que vaya usted a saber qué significa para estos individuos. Desdecirse de la opinión que tenían hace solo cuatro meses demuestra el grado de improvisación con el que se maneja esta gente, e imponer castigos fiscales al ahorro, al que no se lo funde todo, etiqueta claramente a quien toma esa decisión.

Los franceses, con Hollande, ya pusieron en práctica esta medida y tan solo duró dos años. No consiguieron arramblar más de 4.000 millones (en una economía el doble que la nuestra) y perdieron, en cambio, la imposición de cientos de patrimonios que se deslocalizaron. Pretender que aquí, como aseguran los ágrafos de Podemos, se van a recaudar 10.000 millones mueve a la risa. Además, si al Impuesto de Patrimonio hay que sumar el de las grandes fortunas, se incurre claramente en la doble imposición. Podrán decir: descontamos lo pagado a la comunidad autónoma. Bien. Entonces solo lo pagarán en su totalidad aquellos que tributen en Madrid o Andalucía, con lo que cobra realismo lo dicho anteriormente, que es una corrección a las medidas fiscales autónomas –y legítimas– por la puerta de atrás. Me suena a carne de tribunales y a petardo inevitable.

Los capitales, desgraciada o afortunadamente, pueden huir. Y es de cajón que resulta más caro el ajo que el pollo. Llevan con lo de los ricos toda la vida del Señor y, al final, siempre acaban pagando las clases medias e incluso las bajas que hayan conseguido, mediante su trabajo, un puñado de ahorros. Es un sinsentido que tiene un recorrido breve y abrupto. Me gustaría conocer cuántos están hoy consultando si hay billetes libres para viajar a Portugal.


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