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4 de enero de 2015

La flebitis cubana


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Última foto de Fidel  

Llevamos ya alguna semana viviendo con el anuncio de reapertura de relaciones entre USA y Cuba, ese trueno que parecía sonar como un latigazo de conciencias entre Tirios y Troyanos, y ese par de semanas han servido para que se inaugure el año con el vestido de la corrección política de la Esperanza, esa que se marchó de la isla a medida que los barbudos iban asomando su prodigiosa conversión al comunismo. Cuando llegó Fidel y mandó a parar (a ponerse en pie), era demasiado pronto como para atisbar el futuro que se escondía detrás de aquella esquina del Vedado en la que, al poco tiempo, confesó el carácter socialista de la Revolución, el revés comunista de la carta jugada, el futuro que ansiaban tantos jóvenes para sus países allá por los sesenta (y tantos intelectuales baboseados por las décadas futuras, adoradores del padrecito Stalin). Entonces se hacía demasiado bonito todo para ser verdad: eran jóvenes, sudorosamente atractivos, estaban llenos de verbo subversivo, con gestos justicieros, repartiendo besos y flores, proclamando la llegada -¡por fin!- del hombre nuevo, el que no padecería envidia ni ambiciones insolidarias, el que abrazaría a su prójimo y a su patria con la sola intención de un futuro sin rapiña ni injusticias... Era tan excitante que hasta algunas de sus víctimas más inmediatas se entregaban deliberadamente para purificar sus conciencias mancilladas por el pasado. Algo así como en la Camboya de Pol Pot, donde se mataba a los médicos a ladrillazos: algo he debido de hacer mal como para no darme cuenta de la buena nueva de esta revolución que viene a purificarme y por lo que debo ser castigado. Después de quitarse de en medio a los primeros tontos útiles tipo Urrutia y Dorticós, el castrismo no tuvo reparo en adentrarse en las almas de los cubanos para siempre y establecer los códigos del yin y el yang: es tan duro el camino hacia el futuro que va a resultar imprescindible eliminar a aquellos con los que no podríamos llegar mucho más allá. Paredón y al olvido. Y todos haciendo como que era inevitable.

Y así llegó la chapuza de bahía de Cochinos, donde Kennedy debió aprender que no debía fiarse de la CIA, y los norteamericanos, que no debían fiarse de ninguno de los dos. Y luego la crisis de los misiles, que es donde de verdad se hizo mayor el presidente asesinado en Dallas. Ese fue el verdadero bloqueo de Cuba; lo demás ha sido un embargo comercial de un país sobre otro. Es cierto que ese embargo, esa orden de no comerciar con un vecino, ha llenado de retórica todos los discursos revolucionarios de dentro y fuera con tal de justificar la ineptitud e ineficacia del socialismo con palmeras (y sin palmeras), pero en realidad no impedía que los uniformes verde olivo pudieran comprar a cualquier otro país del mundo siempre y cuando tuvieran con qué hacerlo. No lo tenían, y el desplome del amigo soviético, harto de pagar la caña de azúcar a precio de diamante, significó conocer personalmente la realidad. Se llamó 'periodo especial' y lleva durando desde que a Gorbachov le mudó de color la mancha de la frente. 

Ser cubano es ser un condenado a hambre, miseria y represión. Solo que a algunos en el exterior les parece estupendo que eso sea así siempre y cuando no les tenga que pasar a ellos: que los pobres isleños sean víctimas del paraíso para así seguir luchando por él. Pero a mí que no me llamen.

¡¡Cuántos años de euforia verbal!! ¡¡Cuántos de Revolución envidiada por los solidarios amigos del socialismo comprensivos con el pelotón de fusilamiento!! ¿Y ahora se acaba la fiesta porque el muchacho negro de la Casa Blanca va a mandar a un embajador? Quienes creen eso no conocen la resistencia de un comunista a morir de forma negociada. Llegarán dólares y nietos de exiliados. Llenarán La Habana. Y se marcharán sin más ganas de volver. Y los cubanos seguirán muriendo de asco esperando una flebitis que desencadene la libertad.

Hay, me dicen, una legión de nuevos mandos esperando el pistoletazo biológico para cambiar las cosas, pero a lo que se ve, tendrán que esperar a que el Equipo Médico Habitual certifique el final del 'sueño' tantas veces interrumpido por el ruido de los fusiles y el sonido de las tripas vacías.


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