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12 de octubre de 2014

Lo que adelanta la química


Mi profesor de química se llamaba Romeu y era una buena persona. Tan buena persona que me pasó que escribiese 'posílomes' en lugar de 'polímeros'. Concepto el cual, por cierto, aún no acabo de tener claro pasados los años. La química es una disciplina admirable: llegar a entender la formulación de un compuesto o el mismo mecanismo de intercambio de valencias se me antojan tareas imposibles; de ahí mi admiración por los que se dedican a ello profesionalmente. Cuando mis amigos de Feique (la Federación Empresarial de la Industria Química Española) me invitaron hará unos diez días a visitar Expoquimia en Barcelona, me decidí a ir como homenaje postrero al profesor Romeu, que era miembro de la familia propietaria de la legendaria gaseosa La Perla y vecino de mi escalera, además de un buen maestro.

Me imaginé una feria de señores con bata blanca y probeta en mano, cara de profesor Bacterio y pelos de científico loco manejando vasos llenos de vapores y pipetas con líquidos de color cambiante, cuando lo que me encontré fue un apasionante paseo por los desarrollos que la industria química practica en todos los ámbitos en los que es imprescindible. La industria química genera el 11 por ciento del producto industrial bruto, medio millón de empleos y es el primer inversor en I+D+I. De momento. Y es la ciencia que afrontará el desafío de garantizar allá por el 2030 los recursos de agua y energía (un 40 por ciento más) que precisará el número de habitantes del planeta, que cada día se incrementa en 200.000 personas. Es la ciencia que ha conseguido, junto con más disciplinas, que el primer avión solar tripulado, Impulse, sea capaz de volar día y noche sin combustible ni emisiones y que su primer vuelo sin repostaje acaezca en 2015. O que la moto de Marc Márquez sea la que es y que un coche de Fórmula 1 esté compuesto por productos químicos desde la carcasa hasta el combustible. Allí mismo supe y comprobé que el balón del Mundial de Fútbol de Brasil 2014 lleva 5 capas de poliuretano y un revestimiento de Impranil que hace que sea una pelota precisa, duradera y elástica. O que la química ha conseguido que se desarrolle un sistema criogénico de enfriamiento ultrarrápido de los alimentos para mantener la calidad y el aroma inicial de los productos.

Y otro que permite generar al instante una fina capa de nieve carbónica a 70 ºC en el interior de una copa para alcanzar la temperatura idónea de la bebida sin desvirtuar el sabor: así muchos bares que a cuenta del gin-tonic te dan un puyazo en el bolsillo pueden sacarte aún más cuartos con la maquinita en cuestión. Había más, por ejemplo, un Exoesqueleto, un traje robot, que es la aplicación de la química a la robótica para personas con discapacidad y que permite que personas sin movilidad puedan experimentar de nuevo la sensación de caminar. Y esa cosa que uno no alcanza a entender en su corta capacidad de trasladar a tres dimensiones lo simplemente imaginado: la impresora 3D, que es capaz de generar piezas volumétricas con materiales plásticos, que también son producto de la química. El futuro aguarda a la vuelta de la esquina, que decían los clásicos, y lo hace en forma de grafeno, química pura, diez veces más resistente que el acero y con el espesor de un átomo, de extraordinarias propiedades ópticas, térmicas, mecánicas, que lo hacen apropiado para cambiar la vida de las baterías, las células solares y cien cosas más.

Sin entrar en la industria farmacéutica, que lleva salvándonos la vida muchos años, la química vista en esta feria barcelonesa dejaba boquiabierto al profano. Uno se da cuenta de lo que ignora cuando asiste a encuentros de este tipo y después, de paso, se dedica a probar algún bocado selecto de la apasionante Barcelona de los fogones. Volví a Casa Pepe, allí en Balmes esquina Mitre, como tantas veces hice de la mano de mi padre. Y me dejé impresionar por el modernismo y mimo de la Fonda España que gran ravioli de gambas, rematando en la barra del Cuore, uno de esos lugares de obligado cumplimiento a la vera de la Diagonal. Los tres, a su manera, también hacen química. Química del milagro de los sabores.


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