Garzón quiere investigar Guantánamo. En realidad, Garzón quiere investigar a Bush, pero necesita una percha que le permita ir trepando por las arborescencias sumariales con las que deleita a la afición hasta llegar al antiguo emperador norteamericano. Poder convertir la Audiencia Nacional en la Audiencia Mundial es un viejo sueño del cazador: ver subir los peldaños del tribunal a varios pelajes de líderes de la Tierra para dar cuenta de lo que Garzón «El Incansable» considera delitos contra la Humanidad, es un sueño que acaricia amanecer tras amanecer. Con especial predilección por unos más que por otros, evidentemente. Es altamente improbable que en los próximos meses instruya diligencia alguna con el fin de investigar la criminalidad de gobiernos como el chino o el coreano del norte. No se contempla la posibilidad de que pida explicaciones al hirsuto presidente iraní acerca de la lapidación de mujeres o mutilación de homosexuales. No está en su agenda estudiar los gulags cubanos en los que los hermanos Castro han sacrificado vidas humanas por doquier. Garzón no va a investigar Boniato ni el Combinado del Este; va a investigar Guantánamo, donde cierto es que se ha practicado la tortura y se han violado elementales códigos humanitarios, donde se ha sometido a sospechosos de terrorismo a tratos degradantes e inhumanos, pero donde poco debe tener que decir un juez ajeno al sistema judicial norteamericano. El Fiscal General del Estado dijo atinadamente que no iba a apoyar una investigación como esa porque sería convertir a la Audiencia en un «juguete en manos de personas que buscan determinados protagonismos o intentan acciones políticas». Poniendo en práctica una de sus estrategias favoritas, el juez ha despertado una causa dormida que tenía en sus cajones y ha incoado diligencias informativas para identificar a todos los guardianes de la cárcel. Con ello reabre el caso que tuvo que aparcar y consigue reactivar su intención de llevar a los tribunales a la Administración norteamericana. La felicidad completa. Un sistema judicial colapsado, con presupuestos insuficientes, con estructuras administrativas anticuadas, activa procesos para meterse en camisas de once varas, de imposible desarrollo más allá de las posturas procesales, y crear el deleite de un juez justiciero con ensoñaciones de vedette. Ya se imagina a sí mismo la mañana en la que podrá ver su nombre en los titulares de los principales diarios españoles y norteamericanos: «Garzón vs. Bush», «Garzón, el juez que procesó a Bush», «Garzón logra lo que no pudo el Supremo de los EE.UU». Dios mío, qué bien sabe el croissant de primera hora con lecturas de este tipo.
Conoce bien, además, la clase de estrategias que hay que poner en marcha en casos como el presente: se deja dormir un sumario y se espera con paciencia de cazador a que alguna pieza se mueva y así se pueda relanzar el legajo y obtener dividendos de imagen con él. Sin ir más lejos, casos como el del «Bar Faisán», que no convenía en ese momento a su Gobierno amigo, ha sido anestesiado hasta mejor ocasión. Si algún día se enfada el juez con Rubalcaba -como se enfadó con Felipe después de su mala experiencia política en la última Administración González, desencadenando ello las consecuencias que todos recordamos- no tenga duda el ministro de que entonces sí se investigará el chivatazo que alertó a los etarras que utilizaban aquél bar de Irún como centro de operaciones de extorsión. Una providencial llamada de teléfono les puso en alerta y les permitió la huida, desbaratando una importante operación policial. Eran los tiempos del proceso de paz, que tan fervorosamente apoyó nuestro hombre. ¿Cuándo lo investigará Garzón? Cuando le convenga. Mientras tanto le parece más urgente empurar a Bush y dedicar tiempo, dinero y esfuerzos administrativos a una causa perfectamente inútil. Diga lo que diga la Fiscalía, por supuesto.