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1 de octubre de 2017

El Caminito del Rey


No he sido demasiado amigo de los vacíos. Asomar la cabeza y ver el abismo bajo tus pies puede que cree una atractiva emoción en algunos valientes, pero entre ellos no acabo de encontrarme yo. Me gustan los balcones que alcanzan altura de palio, desde los que se aprecia bien el rostro de una Dolorosa; los que sobrepasan esos límites empiezan a incomodarme a medida que crecen y crecen y crecen. Es cierto que la mejor manera de ver una ciudad es observándola desde algunos rascacielos, pero una cosa es hacerlo indoor y otra outdoor, es decir, muy distinto resulta verla protegido por gordos cristales blindados y otra asomarse al exterior con la simple protección de una simple barandilla y a merced del azote de los vientos. Hay a quien ese dolor en la zona genital que sobreviene al mirar el suelo desde tanta altura le produce un cierto placer: a este pobre plumilla, sinceramente, le incomoda. Mientras la seguridad esté absolutamente garantizada, como ocurre (salvo insospechados accidentes) en atracciones feriales vertiginosas, uno se sube a lo que haga falta; si hay una mínima duda, el arrojo mengua como tantas otras cosas a lo largo de la vida.

No me causó inquietud, por ejemplo, el desfiladero de la Ruta del Cares: es paseable a pesar de que la caída al vacío supone un largo viaje hacia abajo con escasas posibilidades de resultar confortable. Sin embargo, jamás pude entender cómo había chalados que eran capaces de recorrer los tres kilómetros del Caminito del Rey en la provincia de Málaga y no morir en el intento, bien por haberse despeñado, bien por un ataque de pánico. Ese camino, hoy felizmente restaurado, es un sendero por el desfiladero de Los Gaitanes que atraviesa los abismos de El Chorro. Fue, en realidad, una pasarela hecha a tramos, algo endeble, construida para permitir el paso de los trabajadores de la obra hidroeléctrica que, en su día, llegó a visitar el mismísimo rey Alfonso XIII. Ello le dio no poca fama, aunque la absorción de la empresa por Sevillana y la sustitución del antiguo canal por una tubería en los años sesenta hicieron innecesaria la pasarela adosada a la pared vertical de los desfiladeros. Cayó en el abandono y fue deteriorándose.

De forma inexplicable, unos cuantos suicidas se han atrevido a caminar por esos tramos de camino desvencijado. Es obvio señalar que desdichadamente algunos lo han pagado con su vida. Las pasarelas estaban interrumpidas, cuando no agujereadas. En ocasiones eran simples vigas cruzando el vacío. Si no acaban de creerse que existan tipos de ese arrojo, asómense a YouTube y busquen las imágenes que algunos han grabado de su recorrido imposible. Tecleen ‘Caminito del Rey’ y busquen fechas relativas a estos últimos veinte años. Impresiona el valor –o la inconsciencia– de algunos.

Pero un buen día alguien en la Diputación de Málaga entendió que ese paseo realizado en condiciones y con todas las garantías posibles de seguridad podría resultar un notable atractivo turístico. La impresionante y salvaje naturaleza de los desfiladeros y cañones más el agradable paseo por los senderos de acceso han conseguido un número de visitantes extraordinario. Pero, claro, había que evitar que la gente se despeñara, así que se dispuso una obra de órdago para arreglar el sendero, cuando menos el doble de completo que el de los tiempos del ingeniero Benjumea. Esa obra no la hace cualquiera: han sido necesarios los aportes de ingenieros y arquitectos, de helicópteros y mulas indistintamente y la participación de alpinistas de primer orden para trazar un camino seguro, clavado en la pared, con pasarelas y puentes colgantes que, además de garantizar seguridad, transmitan una sensación placentera ajena al peligro. Ahora uno llega, se calza zapatillas deportivas, se coloca un casco y se dispone a recorrer unos siete kilómetros –tres de ellos sobre el vacío– en un paseo inolvidable.

Hay que pedir turno. Son muchos los paseantes y poca la amplitud de las pasarelas. Se consigue visitando su web –caminitodelrey.info– y haciendo la pertinente reserva.

El recorrido es lineal, quiero decir que no hay vuelta ni doble sentido. La seguridad es absoluta, pero quien padezca de vértigo mejor que se lo piense dos veces. Eso sí, a nadie dejará indiferente. Enhorabuena a los valientes. 

 


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