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25 de diciembre de 2016

¿Madrid languidece?


Al ser estos individuos poco partidarios del crecimiento de las ciudades, han tardado apenas unos días en desmontar un plan de años

Está condenada Madrid a perder comba en el permanente desafío al que se enfrentan las grandes ciudades? La sola sospecha de que ello sea así manifiesta que esa posibilidad es peligrosamente cierta. Madrid, en manos de una pandilla de indeseables políticos, languidece a consecuencia de las decisiones amateurs de un grupo de munícipes ideologizados hasta la náusea y sectarios hasta su propia incompetencia.

Una alcaldesa de opereta y un puñado de absurdos y pintorescos concejales –apoyados por el PSOE, por cierto– van de tropezón en tropezón haciendo posible lo que parecía tarea ciclópea: estorbar la pujante creatividad emprendedora de la capital de España y ponerla en el camino del apocamiento.

Una de las decisiones más delicadas y trascendentes tomada por esta alcaldesa y su guardia ideológica ha sido paralizar el plan estructurado para desarrollar el norte de Madrid en la llamada Operación Chamartín, acción de gran envergadura destinada a sustituir los vastos terrenos ferroviarios por zona comercial, laboral y de viviendas, y ampliar el desarrollo de la ciudad hasta la M-40 como desahogo verde y de expansión razonable de la urbe.

Distrito Castellana Norte suponía un movimiento de capitales y de creación de puestos de trabajo desconocido hasta el momento en la historia de las expansiones urbanas en España. Hablamos de algo más de tres millones de metros cuadrados, de una prolongación de la Castellana de casi cuatro kilómetros, de diecisiete mil viviendas (que conseguirían ajustar el precio del metro cuadrado en Madrid), de oficinas de primera línea y de dotaciones e infraestructuras para la ciudad en un ochenta por ciento del total de los terrenos. Y mucho verde, claro. Al ser estos individuos poco partidarios del crecimiento de las ciudades, han tardado apenas unos días en desmontar un plan que ha costado años encajar y que ha precisado del acuerdo de todas las administraciones posibles: la central, la autonómica y la municipal.

El Ayuntamiento de Madrid se ha sacado de la manga de los cuatro asesores progres que en asunto de arquitectura tanto rastro dejan en las ciudades un plan alternativo que ha conseguido la tremenda unanimidad de ser considerado absolutamente inútil.

Reducir drásticamente las viviendas y los metros de edificabilidad hace que el proyecto alternativo no sea rentable para quien va a poner el dinero. Al no ser obligatorio (todavía) que las empresas pongan la pasta a cambio de nada para mayor gloria de los políticos populistas de turno, no se va a poder sustituir el paquete vasculonervioso de vías e intercambiadores que, como una mano abierta, ocupa la gran zona de expansión de Madrid.

Los ‘paganos’ (BBVA y Grupo San José) esperaban, con toda justicia, obtener un beneficio de su inversión, pero el nuevo Proyecto Norte pergeñado a toda prisa por el Ayuntamiento plantea una edificabilidad tan baja que no permite el legítimo retorno de las inversiones. Por cierto, una edificabilidad baja lo único que consigue es encarecer el precio de la vivienda.

Desde la ideología populista y simple de los actuales mandamases municipales, las actuaciones urbanísticas son siempre sospechosas. En otras grandes capitales las autoridades han tenido menos dudas y, afortunadamente para ellos, el resultado está a la vista. Esta Operación Chamartín a punto del derribo es una actuación mucho menos especulativa que cualquier otra comparable en el mundo. Mission Bay en San Francisco, Portanuova en Milán o La Defense en París son de dimensiones mucho mayores. No digamos Canary Wharf en Londres. O el impresionante desarrollo vivido en Potsdamer Platz en Berlín.

Todos estos planes desarrollaron sus ciudades, crearon miles de puestos de trabajo, las dotaron de nuevos elementos residenciales y comerciales y de oficina que supusieron beneficios para todos, para el inversor, para el comprador y para el recaudador de impuestos.

A lo largo de estos días a caballo entre dos años vuelven a reunirse las administraciones. La inefable Carmena está sola en la defensa de su proyecto alternativo (que, por cierto, ocupa dieciséis folios, dieciséis). Quiere colar a alguna asociación de vecinos de su cuerda a ver si así alguien la apoya, pero no lo tiene fácil. El futuro desarrollo de Madrid, curiosamente, depende de las fantasías trasnochadas de una desfasada e incompetente alcaldesa.


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