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26 de junio de 2016

Un trasplante de cabeza


Un aserto indiscutible de la medicina científica afirma que si en un laboratorio se puede dar un paso asombroso, por muy éticamente discutible que sea, se dará. Clonar a un ser humano o realizar un trasplante de cabeza son asuntos que despiertan mucha controversia y no pocos reparos éticos en distintos ámbitos sociales, religiosos, políticos y científicos, tanto que desde muchos de ellos se promueven iniciativas legales para prohibirlo taxativamente; pero nadie se engañe, si algo así puede hacerse, se intentará. Es más, si no se ha hecho, es porque no se han dado las condiciones científicas para ello. La clonación humana se limita a determinados tejidos para trasplantes imprescindibles, pero no ha llegado a crear un gemelo exacto al objeto de tenerlo como suplente en el caso de precisar sus órganos. La cosa se ha quedado en la oveja Dolly. Pero acerca del trasplante de cabeza -que, en realidad, es un trasplante de cuerpo- sí que se están dando pasos encaminados a la gran prueba final: coger la cabeza de A y coserla al cuerpo de B. Un cirujano chino y uno italiano afirman estar en condiciones de hacerlo, incluso tienen los voluntarios: dos parapléjicos que, a la desesperada, ceden su cuerpo con la esperanza de que todo funcione. 

Pero es casi imposible. Al menos eso aseguran desde las más importantes sociedades de cirugía del mundo. Hay que tener en el mismo quirófano a A y al cuerpo fallecido de B -un accidente inmediato con afectación solo de la cabeza, un derrame cerebral- y proceder, entre un ejército de cirujanos y asistentes, al corte y al traslado. Aseguran algunos profesores que 'coser' vasos, músculos y cabeza en general es posible, pero que empalmar médula espinal cortada no. Las neuronas no se unen y transmiten como si fueran una vena. Al menos no de momento: es posible que de aquí a cien años lean este artículo en una facultad y se rían de lo que se escribía al respecto al principio del siglo XXI, ya que la regeneración del tejido nervioso fue lograda en su día merced al avance de la ciencia. No me cabe duda de que todo será posible y la curación de procesos hoy de pésimo pronóstico estará al alcance de la ciencia, pero también estoy convencido de que a medida que solucionemos enfermedades irán surgiendo nuevas patologías, lo cual nos va a tener entretenidos durante toda la existencia que le quede al hombre sobre la Tierra. Pero estábamos en lo de la cabeza.

El cuerpo de B estará muerto y muerto puede quedarse. Pero el de A se arriesga a que, una vez cortada la cabeza, la cosa no funcione y se quede dividido en dos, lo cual no invita a un pronóstico excesivamente optimista. Los ensayos que se realizaron hace años con monos no salieron demasiado bien. El primer animalito duró apenas unos minutos; el segundo, ya con más pericia por parte del instrumentista, llegó a vivir varias horas, aunque eso sí, sin mover un solo músculo, es decir, evidenciando que la conexión medular, el punto más delicado, no se produjo con éxito. El cirujano chino -que ha encontrado conejillo de Indias al que practicarle la operación- sostiene que puede conectar las fibras nerviosas gracias a un producto milagroso que haría de conductor preciso, lo cual lleva a la irritación a no pocos cirujanos de medio mundo que señalan que eso es como pretender reparar un cable transatlántico seccionado con simple pegamento de ferretería.

Con lo que sea y resulte, no deja de estremecer la imagen de dos camillas en las que se ve pasar una cabeza de la una a la otra. Y no deja de impresionar la desesperación de un paciente, el hartazgo de su cuerpo inútil, como para arriesgarse a que su cabeza se quede suelta y su vida se acabe poco después de haberse separado de su cuerpo. Seguiremos de cerca estos experimentos de realidad: pueden ser primeros pasos imprecisos de un futuro que desconocemos y del que nos gustaría tener todo el conocimiento posible. 

 


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