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6 de marzo de 2016

La caja de la Semana Santa


Una caja donde se entra y donde todo se te abalanza, te apabulla, te abraza, te sorprende, te emociona... 

No todos podemos conocer las Semanas Santas que quisiéramos. Como ha quedado dicho y demostrado, tienen el único inconveniente de que ocurren todas a la vez. Siempre puede ayudar el tiempo, y hacer que una tormenta en Córdoba sea un pasaporte para marchar a Málaga, o viceversa. Pero es mucho confiar. Gracias a unos días de anunciada inestabilidad que anulaba cualquier salida procesional en Sevilla pude cumplir un par de mis sueños: conocer las Capas Pardas de Zamora, donde hasta entoné el miserere, y presenciar cómo el tiempo sigue detenido en la procesión del Santo Entierro de Bercianos de Aliste, del que ya he dado cuenta en estas páginas. Tengo pendientes, a la espera de alguna borrasca en el valle del Guadalquivir, muchas horas en Murcia, con Salzillo; en Granada, por el paseo de los Tristes; o en León, a la vera del Nazareno. Pero si no llueve, nunca acabo de dejar la mía, como le pasa a tantos, por no abandonar la emoción de instantes conocidos y repetidos que, en cambio, cada año son diferentes, tal vez porque el que difiere soy yo; y usted; y el de más allá. Hay, no obstante, una forma apabullante de sumirse en ella, en la Semana Santa de Sevilla, ideal para aquellas personas que no dispongan de tiempo para perderse en las bullas y misterios de estos prodigiosos días del sur: La caja de la Semana Santa. Procedo a explicarme.

Cuatro hombres de estos lares, cada uno con muchas cosas que hacer, Antonio Casado, Diego Geniz, Miguel Ángel Moreno y José Carlos Guerra Librero, han puesto su esfuerzo y su hacienda en rodar las más espectaculares imágenes de los Siete Días, tal como hicieron el año anterior con los Templos y sus Titulares. Como hizo el gran Juan Lebrón con su película Semana Santa, dirigida por Gutiérrez Aragón con guion de Carlos Colón. Como han hecho tantos profesionales o aficionados buscando el ángulo secreto, el perfil magnífico, la esquina cierta, la salida bulliciosa... Ignoro cuál ha sido la técnica de grabación, pero esta vez hay un algo más, una sensación de verdad, de transmisión, que no solo viene dada por los adelantos técnicos. Si alguna vez ha sido posible meter digitalmente en una caja una coctelera de sensaciones, los autores han conseguido que sea esta: sentir abalanzarse sobre uno las dos Esperanzas de la Madrugada, Macarena y Triana; sentir el dolor y el crujido de la vieja madera de San Lorenzo, donde Dios se hace Gran Poder; sentir la agonía en el rostro del crucificado del Amor, del Cachorro, de la Buena Muerte; sentir el paso cansado de Jesús de la Pasión tras dejar la rampa de El Salvador; sentir el destello de la Candelaria en la oscuridad de los jardines de Murillo... Todo eso está en una caja donde se entra y donde todo se te abalanza, te apabulla, te abraza, te sorprende, te emociona...

Es fácil encontrar el lugar. Pregunte en Sevilla por Las Setas: es un engendro arquitectónico plantado en el centro de la ciudad que nos ha costado una pasta a cada ciudadano y que no sirve para gran cosa, salvo para albergar esta caja de la Semana Santa y un magnífico mercado en sus bajos. Este no es el día para debatir acerca de las barbaridades urbanísticas que hemos sufrido en una ciudad que, sorprendentemente, aún sigue siendo bella a pesar de los maltratos a los que ha sido sometida; es día para recordarle, como dice el magnífico texto del audiovisual, que Sevilla ofrece al turista apresurado e indolente su cara más vulgar, cuatro muñecas flamencas y dos delantales de lunares, pero que consigue brindarle su alma –y robársela– a aquel que persevera en encontrar las auténticas señas de identidad que se ocultan en su bruma. Estos veinte minutos al borde de todas las emociones es un paso directo a los misterios y las bellezas de Sevilla. No hace falta pasaporte alguno. Busque la Caja, ábrala y métase dentro. Ya tal vez no salga...

 


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