Viajero curioso, se ha trabajado España como los viajeros románticos del XIX
Escribo en el prólogo de su libro, titulado como este artículo, que, apenas pasados dos años de su llegada a Sevilla, Gary Bedell ya se había convertido en una leyenda. Toda la ciudad sabía de la existencia de uno de los comisarios de pabellones de la Expo 92 que había renunciado a marchar y que, incluso, salía de costalero de un paso de Semana Santa. Aunque nadie lo hubiera visto, como al hombre de las nieves, todos sabían que por alguna parte andaba. Era, efectivamente, el responsable del pabellón con más éxito de aquella gran muestra que cambió nuestra ciudad: Canadá. Pero era más cosas. Gary había trabajado en Exteriores en su ‘anterior’ país y como consecuencia de haber conocido y conectado con Nelson Mandela y de que éste le reclamara para su servicio, ni corto ni perezoso viajó y se instaló con él en Sudáfrica para formar parte de su gabinete durante algunos años, justo antes de que tomara la presidencia del país. Algún día lo escribirá y será un pelotazo. Viajero impenitente y curioso, charlista de media lengua, comedor y bebedor de primera, Gary se ha trabajado España como los viajeros románticos del XIX, como si fuese la reencarnación de aquel Richard Ford que llegó llamado por los ecos del levantamiento de los españoles contra la dominación francesa. La diferencia está en que Ford quería contarles a los de su país cómo era ese reino de rebeldes que tanto arrojo, valentía y pasión había demostrado en su Guerra de la Independencia y Gary no tiene interés alguno en contarles a los canadienses lo bien que se vive en España, vaya que se decidan a abandonar aquello y se presenten todos aquí. Renunció a las comodidades de su profesión y de su estatus y eligió la calle Feria para dormir y el resto del país para vivir. España le abrió las puertas gracias a su bonhomía y a su simpatía arrolladora y es hoy el día en el que quisiera yo encontrar un puñado de españoles que conozca el suelo patrio con tanta intensidad como este sujeto a medio camino entre el castizo sevillano y el turista rubio que se tuesta con el primer rayo de sol de abril. No hay feria, ni tradición, ni pliegue secreto, ni cueva oculta que no haya visitado. No hay pueblo en el que no tenga comité de bienvenida. No hay comarca que no le haya dicho varias veces que vuelva. No hay tradición que le sea ajena. No hay plato que no haya degustado. No hay sujeto peculiar que no conozca. Lo cuenta todas las semanas en la radio –Onda Cero, Herrera en la Onda, a eso de las once, los lunes– con ese acento trufado de eses aspiradas y vocales aperoladas que tan característico resulta. Incluso organiza viajes por recorridos iniciáticos para que los españoles conozcan bien su país. Lo que ha sabido y conocido lo ha metido a presión en un libro llamado Los viajes del guiri –La Esfera de los Libros–, al cual ha subtitulado España en mi alma y que resume de perlas lo antedicho. Sigue siendo costalero del Cristo de las Almas de la bellísima Hermandad de Los Javieres de su querida Sevilla y no me extrañará nada el día que lo vea convertido en capataz dando voces en ese medio español de origen americano y acento andaluz con el que se maneja y al que ha sido incapaz de incorporar los subjuntivos. Todo se andará. Culto, tragón y fibroso, Gary Bedell tiene un pasado por contar repleto de aventuras apasionantes y de trabajos dispares que van de ser minero a director de hotel en Nueva York o a asesor del gabinete real del rey de Jordania. Verídico.
La diferencia entre este viajero romántico y los que contaron España desde sus viajes en burro es que a Gary no le ha sobrevenido aquella particular impertinencia que siempre exhibieron los británicos y otros extranjeros. Tal vez sea que España le haya entrado tan adentro que no pueda ver lo nuestro, lo suyo, con ojos de ‘guiri’. Aunque el libro que ha escrito –cientos de fotos en él– lo haya titulado así. Si quieren ver su país a través de la mirada de un sevillano adoptado, háganse con él.
Resumen del libro
Gary Bedell, el guiri más famoso de las ondas radiofónicas gracias a su colaboración en el programa de Carlos Herrera en Onda Cero, ha decidido poner por escrito algunas de sus muchas aventuras por la geografía española, que tan buenos ratos hacen pasar a sus oyentes.
Con su característico acento, sus jocosas meteduras de pata idiomáticas y su peculiar forma de ver y comprender a las gentes de este país, el Guiri nos descubre una España rica en paisajes, pueblos, tradiciones, música y fiestas populares. Todo llama su atención y pasa por su mirada: los toros, las procesiones, el Misterio de Elche, la danza de los zancos de Anguiano, el Camino de Santiago, las Fallas, las fiestas de Caravaca de la Cruz, los Sanfermines… Por su estómago, que se deleita con las comidas más típicas y los vinos más deliciosos… Y por el objetivo de su cámara, con la que ha captado las maravillosas fotografías que ilustran este libro.
Su relato -que bien puede servir como guía de uso y disfrute para extranjeros y españoles- abunda en anécdotas, amigos, buen comer y mejor vivir, y nos da una visión fresca y distinta de este país que ama y que ha convertido en su tierra de adopción, su hogar y el sitio en el que le gustaría pasar el resto de su vida. Ojalá que sea así y que nos lo siga contando.