El Semanal |
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8 de octubre de 2017 | ||
¿Adelgazar en Asturias? |
En Asturias, aunque cueste creerlo, se pueden perder cuatro o cinco kilos en una semana. Sin barbaridades, sin excesos Para algunos es tan posible como esquiar en Cádiz. Pero lo es. En la mente de cualquiera el nombre de Asturias va asociado a comida suculenta y contundente, de siempre, sin concesiones, gustosa, bien elaborada y protagonizada por un producto imbatible. Pero una fabada, por muy desgrasada que esté, no parece una comida hipocalórica, imprescindible para aquellos que quieren o necesitan perder peso. Los que rebasaron todos los límites en verano piensan ahora, en septiembre y octubre, en deshacerse como sea de tanto sobrepeso y a pocos se les ocurrirá correr el riesgo de visitar determinados paraísos gastronómicos. Vayamos por partes. Para adelgazar, hay que gastar más calorías de las que ingerimos, sin más. Hay que cerrar la boca y dedicar al ejercicio algún rato del día, sea una bicicleta, una carrera o un largo paseo. Conviene dejar el alcohol –especialmente las copas largas–, reducir el pan, evitar los dulces, no deglutir cocina industrial, esquivar las grasas y doblar el número de comidas al día, siempre en no mucha cantidad. Si incorporamos frutas y verduras y nos dedicamos al pescado con interés, si salimos a caminar una hora a ritmo constante y rápido –sin ver escaparates– y si no abusamos de la sal y encontramos sustitutivos al azúcar, perderemos peso por narices. De no hacerlo, hay que visitar al especialista, ya que el problema entonces puede que sea otro. Adelgazar no parece factible si usted va de viaje a Asturias –«El Principio de España», escribía con preciosismo el otro día Luis del Val– y se carga diariamente una fabada, un cachopo y un arroz con leche. Adelgazar en la tierra en la que Gerardo, Conrado, La Parrera, Nacho Manzano, Consuelo, Güeyu Mar, Bocamar, Marcial y tantísimos más, incluyendo cualquier pequeño buchinche en el que siempre dan excelencia, bordan la creación y son siempre una llamada a peregrinar y sentarse a sus mesas parece una heroicidad. La misma que pretender adelgazar en un pueblo de la América profunda en el que sólo se despachen hamburguesas, patatas de bolsa, pizzas, perritos calientes y demás excelencias. Sin embargo, Asturias tiene alternativas. Cristina Tárrega llevaba meses hablándome de Las Caldas Villa Termal, hotel balneario cercano a Oviedo, a la vera del río Nalón, en el abrigo verde del valle que lleva el nombre de la localidad, la cual se llama así por una fuente de aguas termales hallada allá por el siglo XVIII. El balneario nació a la par que se edificaba la Casa Blanca y significó una sensación en su zona. Elegante y decadente, melancólico y nostálgico, como se le exige a los balnearios que emergen y triunfan en el XIX, concitaba el viaje de no pocos paseantes desde Oviedo a tomar las aguas o a comer y bailar en su todavía vivo Salón de los Espejos. Como muchos de ellos en España, el balneario decayó lentamente y acabó siendo casi nada. Hasta que en 2004 el grupo que ahora lo regenta regeneró de manera espectacular el viejo edificio, conservando su sabor, añadiendo nuevas dependencias y remozando con instalaciones modernas y tecnológicas de última generación para hacer de Las Caldas Villa Termal poco menos que un paraíso de salud incomparable. En el que se puede adelgazar y desintoxicarse uno de todo lo que lleva en lo alto. En Asturias, aunque cueste creerlo, se pueden perder cuatro o cinco kilos en una semana. Sin barbaridades, sin excesos, simplemente con alimentación adecuada, ejercicio no agobiante, tratamientos de última generación y control médico. Es importante no escaparse a los tres bares de la localidad cargados de toda la excelencia previsible. Disciplina y motivación son imprescindibles para conseguir un objetivo. Y ganas de conocer el entorno, que es prodigioso, puramente asturiano. La antigua vía de FEVE ha sido reconvertida en un delicioso camino que circunda medio valle y que, además, discurre hasta el Parque de Invierno de Oviedo mediante unos diez kilómetros impagables. Recorrer la capital del Principado da para otro momento, pero ya le adelanto que pasear por la naturaleza asturiana –habiendo comido verduras sin aceite ni sal– le hace a uno sentirse muy saludable. No se pasa hambre. No sentirá ansiedad (la acupuntura hace milagros). Y adelgazará en Asturias.
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