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19 de mayo de 2019

Dani García hace de comer


No sé bien quién es Jon Nieve, pero he aprendido a hacer unos buñuelos de bacalao con los que hago temblar a las rocas más insensibles

Así como hay otros que están literalmente atrapados por Juego de tronos, por La teoría del Big Bang o por cualquier novedad de Netflix, yo confieso estar abonado a Dani García en La 1 de TVE cuando llega el mediodía y hace de comer. Lo sé, me falta sustento cultural cinematográfico y mediático cuando entablo conversaciones con conocedores de cada serie y producción, de cada creación dramática futurista o misteriosa; me pierdo muchas de las conversaciones más cultas de todos aquellos que ponen los ojos en blanco cuando hablan de la Princesa Tal o el Malvado Cual debido al horario y ritmo de las cosas que tengo que desarrollar a diario. No sé bien quién es Jon Nieve, pero, en cambio, he aprendido a hacer unos buñuelos de bacalao con los que hago temblar a las rocas más insensibles.

Dani García, chef español, malagueño, de tres estrellas Michelin, presenta a mediodía un programa de cocina titulado Hacer de comer, que coincide con la hora que acostumbro a comer en casa, cuando lo hago, que casi siempre es cuando quiero adelgazar. Me gustó Arguiñano, me gustaron los hermanos Torres, como casi todos los que hacen programas de cocina, son buenos cocineros y comunican bien, pero Dani García le añade, en mi caso, una proximidad temática que me vence. Quizá sea que yo también tengo madre, como la suya, que hace ese tipo de comida, con la que me he criado, y ahí me identifico sin medida. Dani no utiliza ingredientes imposibles y todo lo que hace, todo, soy capaz de hacerlo yo en mi casa, incluso con lo que tengo sin necesidad de ir a comprar más que lo justo. Esa es la clave del éxito. Cuando Dani se pone a hacer experimentos de un tres estrellas, lo borda, evidentemente, pero cuando se pone a cocinar como su madre es cuando nos derrota. Los experimentos son para un día, un regalo que nos queramos dar, pero después hay que comer cada día cosas sencillas, manejables, reproducibles, sabrosas, y esas son las que enseña en TVE. Sin ir más lejos, este mismo mediodía, mientras me comía un filete de pollo a la plancha y una muy sabrosa tortilla de espárragos verdes que acababa de hacerme, Dani explicó cómo hacer cuatro bocadillos con sobras de la nevera, lo que queda de un pollo asado o un filete empanado. Me he quedado con uno de calamares y cebolla que lo hago mañana seguro: freír aros de cebolla muy finos, aros de calamar y colocarlos en el pan algo tostado con un alioli (allioli) de tinta de calamar, sencillo de hacer (añadiéndole algo de raspadura de limón al conjunto una vez metido en el pan, cosa que no se me hubiera ocurrido). Como hacemos todos los fanáticos de las series, el día que me pilla fuera y no puedo verlo mientras estoy comiendo, busco afanosamente el capítulo en la web de RTVE. Solo paso por alto las recetas que llevan detritus de queso, que me producen profundo asco. Lo demás procuro hacerlo el sábado.

Dani comenzó en la muy prestigiada escuela malagueña de La Cónsula antes de aprender bien con ese gigante llamado Martín Berasategui. Y fue abriendo éxitos contrastados: Tragabuches, Calima, Bibo y su templo marbellí en Puente Romano que lleva su nombre. A los pocos días de ganar su tercera estrella Michelin, la cumbre de todo chef, Dani comunicó que iba a transformar su ya encumbrado restaurante: lo va a convertir (parece que cuando llegue otoño, o sea, que habrá que darse prisa) en un steak house, un asador, un lugar donde comer, por ejemplo, extraordinarias hamburguesas. ¿Y eso por qué? Pues porque querrá experimentar nuevas aventuras empresariales y él sabe que un restaurante de esa altura y compromiso necesita de su presencia diaria. Dicen que tiene previsto abrir un espacio en el nuevo Four Seasons de Madrid, pero yo no lo sé. Si sé que un restaurante tres estrellas no es necesariamente un negocio bárbaro: puede ser más rentable el asador y mucho más relajado para compartir con otras iniciativas.

Sé también que el éxito televisivo de Dani consiste en ser todo lo global que quiera, pero en agarrarse a la raíz andaluza, que es raíz española. Hacer, en pocas palabras, una cocina reconocible. Y que la pueda hacer yo en casa.

 


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