Un profesor, por llamarlo de alguna manera, de un Instituto de Enseñanza Secundaria de Moguer -¡Ay, Juan Ramón, y lleva tu nombre!- tuvo la ocurrente iniciativa de que los alumnos elaboraran unos murales en forma de graffiti, alusivos a varias temáticas, para celebrar «un acto por la paz». Los muchachos se pusieron a ello y el resultado se saldó con algunas pintadas ofensivas al presidente del Gobierno -«Aznar criminal» o «Aznar maricón»- y con otras de marcado carácter antimonárquico que causaron la indignación de algunos padres. La gravedad del hecho, evidentemente, es relativa, ya que de un jovenzuelo puede esperarse siempre una gamberrada, y más si se le arma de un spray, ese arma basura que tanto emociona a los revolucionarios de pacotilla y a algunos profesorzuelos nostálgicos, pero viene a subrayar una vez más el altísimo concepto de educación que manejan muchos de los hijos de la LOGSE: para algunos educadores -y digo algunos, ojo- la expresión de las ideas se plasma mejor ensuciando una pared que escribiendo en un folio. Es la gran victoria de la síntesis. El profesor en cuestión quitó importancia al hecho y achacó a algunos concejales del PP la realización de las pintadas, añadiendo que, en cualquier caso, en su centro «no se va a practicar nunca la censura». Bravo, valiente, me ha emocionado usted. Con individuos como éste no debe preocuparnos el futuro de nuestros hijos: si no salen otra cosa, saldrán, al menos, buenos pintores.
A nadie puede sorprender que, con educadores de este fuste, el esfuerzo por desasnar a quienes han de construir el mañana, esa entelequia, resulte cada día más laborioso: un muchacho al que se le acostumbra a vertebrar su libertad de expresión a través del sucio método de la pintada es, posiblemente, un muchacho encantado, pero no un muchacho educado. Y no acaba aquí la cosa, ya que de la misma forma que esta lumbrera educativa de Moguer ha 'vehiculizado' la expresión sintética de sus alumnos, otro genio, esta vez de Badajoz, sugería a sus alumnos comentarios de texto a frases de su cosecha como «el presidente del Gobierno quiere aplastar la vida de los niños iraquíes», lo cual manifiesta que, o bien es un simple maniobrero, o bien es un analfabeto funcional metido a dogmatizador. Ambos casos, el de Huelva y el extremeño, nos devuelven a los tiempos aquellos en los que la escuela era el abrevadero ideológico de un régimen que debía criar a los hombres del mañana en la más pura ortodoxia ideológica. En este caso, los dos talentos parecen añorar los días en los que se domeñaba el alma de los infantes: han volcado el signo pero han mantenido el método.
Me pregunto qué hubiera pasado si alguno de los artistas pintores hubiera inmortalizado una frase del tipo «Zapatero maricón« o «muera la república». Y me pregunto que pasaría si un profesor dictara a sus alumnos asertos como «Felipe González fue el responsable de la muerte de algunos gudaris vascos». ¿Qué dirían este par de elementos? Lógicamente, pondrían el grito en el cielo, ya que son afirmaciones del todo tipo extemporáneas e innecesarias; siendo al revés, en cambio, su entusiasmo ha sido indescriptible.
En fin, que apañados estamos. Saquen ustedes mismos la moraleja