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6 de abril de 2003

El carnaval del talento


La cosa ésta del carnaval tiene su aquél, como todo, y su antes y después e, incluso, su ya veremos. O sea, que sí, pero depende de cómo y dónde y de según me lo ponga usté. Gustarme, lo que se dice gustarme, a mí me gusta el de Cai: es decir, El Carnaval de Cádiz. De los demás me interesan el de Santa Cruz de Tenerife, alguno de la provincia de Huelva y un ramalazo del de Badajoz por aquello del recuerdo a viejos y grandes amigos. No soporto el de Madrid y el de Barcelona, si es que son carnavales, porque de Madrid y Barcelona ya no soporto casi nada. Y a todo lo demás mucho respeto y ya está.

¿Y por qué Cádiz, exactamente? Pues porque la vieja Gades, esa ciudad tan antigua que no tiene ni ruinas, derrocha talento a raudales para hacer una catarata de gracia y diversión de lo que muchos otros hacen una simple fiesta de disfraces. Los gaditanos involucrados en el carnaval, que no son todos pero sí son muchos, dedican buena parte del año a construir lo que será su agrupación -Coro, Comparsa, Chirigota o Cuarteto- y a escribir lo que defenderán por igual en la calle y en las tablas del Gran Teatro Falla con el convencimiento de que están siendo justos consigo mismos y con la leyenda urbana de la ciudad, esa que asegura que «Después de Cádiz, ni hablar».

Los propios nombres de las Chirigotas -el tipo de agrupación, quizá, más popular- demuestran, a las claras, la voluntad de diversión de sus_creadores: el año anterior, José Guerrero Yuyu presentó la titulada Los que vinieron de Leningrado... porque no era de su agrado, cuyo título, sin más, me produjo allá por el verano un peligroso acceso de risa en la barra de la taberna de mi querido Pepe Manteca.

Me acordé de tantos otros: Los Caballeros de la Edad Media, que eran unos vendedores de caballa de una edad media -treinta o cuarenta años-, de El Príncipe Encantado... Gracias, igualmente, de Los Brutos Secos, de Los Llaveros Solitarios, de Terror Terrorífico en la Casa del Horror Horroroso, y también de muchas otras que llevaban la gracia en lo que en Cádiz se llama 'el tipo' y que no es más que el disfraz o la caracterización: De Plaza en Plaza, por ejemplo, eran unos palomos caracterizados de tales que manifestaban su contrariedad por no poder rascarse un 'cayetano' debido a llevar la mano escondida tras el andamiaje indumentario, o Los Mohosos, que remedaban a las estatuas gaditanas llenas de moho adoptando una dificilísima posición rígida y estática.

Este pasado día 28 se ha celebrado la Gran Final del Concurso de Agrupaciones y ya este mismo fin de semana están todas en la calle, entre el gentío, cantando en un pollete, actuando en una esquina, sorprendiendo en un escenario callejero. Pasear por la Viña, el barrio de barrios, puede suponer haberse topado de cara con La Familia Peperoni, aquellos gánsters de Manolito Santander que cantaban un pasodoble al Cádiz C.F. que ya se ha convertido en el himno oficioso del club y que comenzaba diciendo: «Me han dicho que el amarillo, está maldito, pá los artistas...», o puede suponer encontrar a cualquiera de las chirigotas 'ilegales' que no concursan y que tan sólo se dedican a la calle, como La del Gómez, que fueron el año anterior Los Alegres Divorciados, y el otro Los Fantasmas, que atravesaban la pared gracias a una broca del treinta y tres, y el otro Los Curas de Pueblo. Pudo usted en su día haberse encontrado con Ojú, ya saltó el Levante y escuchar el fascinante pasodoble Que bien se portó la Reina, en el que se resalta la ayuda que le prestó a su hija cuando se puso malo su yerno y las noches que pasó en el hospital cuidando al enfermo: «.y toda la noche le tocaba a ella quedarse/ porque con Juan Carlos pá esas cosas no puede contarse/ y hasta el pucherito le llevó al Marichalar/ porque no le gusta el caldo que hacen en el hospital./ Se llevó la tele chica/ que se compró en el Pryca/ su bata y<


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