La solución, evidentemente, pasaba por cepillarse a los consejeros independientes
Va a resultar absolutamente imposible que este Gobierno toque una cosa y no la rompa. La última, sujeta a caprichos sectarios que paso a describir, es Indra Sistemas, la multinacional que ofrece servicios de consultoría, transportes, defensa y otras hierbas (procesos electorales y su recuento), participada por la SEPI , o sea, el Estado, en un 25% y por diversos grupos de inversión, entre los que destaca Amber Capital, propietaria del Grupo Prisa y presidida por Mister Oughourlian. El Gobierno se deshizo en su día de Fernando Abril Martorell, presidente ejecutivo, para sustituirlo por Marc Murtra, contra el criterio de los consejeros independientes por considerar estos que Murtra no gozaba de la solvencia necesaria para ejercer ese cargo. Ni por supuesto de la experiencia de Abril Martorell, que había saneado Indra después de malas inversiones y de equivocados modelos de negocio, que deslindó y reordenó. Murtra, en cambio, quedaba con las manos atadas porque esos consejeros no cedieron y no le otorgaron capacidad ejecutiva. A él, todo sea dicho, tampoco le amargaba eso la vida: cobraba un sueldo por casi nada y formaba parte de ese grupo de catalanes colocados por el Gobierno para tener a sus socialistas y vecinos de escaños más o menos satisfechos.
Pero llegó el momento en el que se debía dar un paso delicado: decidir si comprar la empresa vasca ITP, fabricante de motores de aviación propiedad de empresarios ligados al PNV. El PNV buscaba la manera de deshacerse de una empresa que, en el momento presente, con la contracción del mercado de la aviación, no era lo más emocionante. El Gobierno, queriendo afianzar apoyos de los nacionalistas vascos, siempre tan imprevisibles, sugirió que Indra comprase esa empresa. El Consejo consideró esa operación poco interesante, entre otras cosas porque suponía quemar liquidez que había costado mucho recomponer. No era una operación viable, y menos solo por hacerle un favor al PNV y asegurarse sus votos en el Congreso. La solución, evidentemente, pasaba por cepillarse a los consejeros independientes, y a eso se puso la SEPI con la ayuda del armamento de Prisa . Golpe de mano, ceses y reorganización. El consejo de Indra ya queda controlado, veremos si Murtra hace su trabajo –primero obteniendo capacidad ejecutiva– y se realiza la compra.
Como suele pasar en estas historias empresariales delicadas y en estos cambios sorpresivos de titularidad y gestión, los inversores no han visto con buenos ojos la operación: en el momento de escribir este suelto, la acción de Indra ha perdido un 20 por ciento, ya que los compradores y vendedores dudan de la capacidad de gestión del nuevo consejo. El atractivo que se desprende de una empresa controlada por este Gobierno, más la ayuda de la propietaria de Prisa, es perfectamente descriptible y no ha supuesto una loca carrera para adquirir títulos de la sociedad. Antes bien, ha sido para venderlos.
Un éxito más que colgar del medallero de la gestión de esta banda de malhechores a los que todo les importa un pimiento con tal de sujetarse al poder.