Vote para que todo el mundo sepa que usted sigue estando ahí
Soy consciente del abigarrado manojo de razones que desalientan del voto en las elecciones del próximo domingo en Cataluña. A nadie se le escapa el tedio, el hartazgo, el agotamiento de una sociedad desplumada paso a paso por sus responsables gubernamentales; tampoco que las circunstancias sociosanitarias no son las ideales para dejarse caer por un colegio electoral y que el desánimo del bloque constitucionalista, mayoritario en la comunidad a pesar de las apariencias, contrasta con la permanente excitación e hiperventilación del independentismo omnipresente. Todo eso lo sé yo y lo sabe usted. Pero, a buen seguro, también conoce usted, votante catalán, la trascendental importancia de estas elecciones. Los catalanes constitucionalistas, tradicionalmente menos visibles que los otros, los que defienden la Ley, el Estado de Derecho y la sagrada libertad frente a la asfixia y el agobio nacionalista, deben de ser muy conscientes de lo que está en juego en las votaciones de este domingo. Ya sé que eso se dice cada vez que hay una convocatoria a urnas, pero, siendo todas por alguna razón trascendentales, en esta ocasión hay algo más: a diferencia de hace cuatro años, no está en juego la posibilidad de echar al independentismo. Lo que nos estamos jugando ahora es la supervivencia frente al independentismo. Ni más ni menos.
En el caso no descartable de que los soberanistas alcancen el 50% de los votos a cuenta de la incomparecencia de los contrarios, o sea de usted, todo lo que se vivió en Cataluña a lo largo de aquel funesto 2017 se repetirá. Y se repetirá con el argumento añadido, como una canción machacona, de que el independentismo es mayoritario, aunque no lo sea en realidad. Por eso la victoria que hay que obtener en estas elecciones es dejar a esa gruesa pandilla de enterradores por debajo de ese porcentaje, del 50% de los votos más uno. No hablo de escaños, que pueden conseguir más porque la ley electoral catalana está dibujada para eso -favorecer territorios de arraigo soberanista frente a la gran Barcelona-, hablo de papeletas. Eso solo se puede conseguir yendo a votar.
Usted, votante constitucionalista, puede estar cansado, desanimado, irritado con sus líderes y aburrido con la eterna matraca de los independentistas. Puede incluso que le infunda temor pisar un colegio electoral por aquello de la pandemia. Pero, créame, la única manera de frenar la monserga ruinosa y supremacista e impedir que vaya a más es frenarlos en las urnas. Una vez más. Hay que votar. Vote a la opción que prefiera del constitucionalismo, a la que más le guste o a la que menos le disguste, pero no le dé a esa gentuza la satisfacción de aparentar que son más, porque no lo son. Vote para que todo el mundo sepa que usted sigue estando ahí. Vote, sencillamente, para ser visible. Si no lo hace le convertirán en un escombro en su propia tierra.
Si se sienten legitimados volverán a las andadas. Y por cierto: no habrá enfrente un gobierno que aplique la Ley, como en 2017.