La deriva sanchista hará pequeña la espiral endemoniada del zapaterismo
Tiene razón Sánchez: nos encontramos inmersos en la calamidad. ¿Y a qué se debe esa calamidad? O a quién. Está tirado echarle toda la culpa a Putin, pero el ruso es responsable del estímulo principal, que no es otro que desbaratar el mercado energético mediante la invasión de Ucrania. El resto de calamidades no tienen que ver con él. Puede que en su origen tampoco con el Gobierno, pero un Ejecutivo con dos dedos de frente tiene la obligación de aminorar los golpes que el furioso destino nos depara mediante reformas urgentes y cirugía económica, cosas que, a la vista está, no ha sabido hacer, preso del anquilosado dogmatismo socialista de quien lo coordina.
Dos dígitos de inflación significa que los españoles perdemos rentas y ahorros -lo que tenemos guardado en el banco vale un 10% menos-, lo que nos lleva a consumir menos y a ver cómo nuestro PIB cae parejamente a nuestras expectativas de futuro. Mientras, el Gobierno ha venido tomando decisiones en el sentido contrario de lo necesario: disparar el gasto público, subir impuestos, alzar irresponsablemente los costes laborales, aprobar una subida del SMI y no querer hablar de nada con la oposición que no supusiera sumisión directa y bovina. Un ‘dejá vu’. El Estado sigue gastando dinero a espuertas y el ciudadano y las empresas sufren el quinto mayor esfuerzo fiscal del mundo. Nuestra economía es claramente disfuncional, lastrada por irresponsables políticas verdes y sectarias, sometida al control asfixiante de la norma gubernativa y abocada a una desesperante falta de competitividad, sin que se haya realizado reforma estructural alguna ni se haya concretado ningún movimiento de coordinación con otras fuerzas políticas.
Se planta Sánchez en el Congreso y, con sus santos arrestos, reclama unidad con unas medidas que no ha consensuado y que ha anunciado en el BOE mediante decreto una hora antes. Así, perdóneme el cínico, no se hacen las cosas. Para reclamar unidad debes consultar, negociar, comunicar y comportarte lealmente con aquellos a los que reclamas apoyo. Sánchez busca sumisión, y al no obtenerla se queda solo ante el peligro que él crea. ¿Qué peligro? ¿Cabe alguno más? No lo duden, todo puede empeorar. La inflación puede seguir al alza, la deuda crecer y los impuestos continuar en la cima; también subir los tipos de interés. El crecimiento de la economía será una entelequia, lo que significa que nos aboquemos a un escenario de recesión (los Presupuestos siguen contemplando un crecimiento del 7%, lo cual produce un indudable estupor) y el Estado deberá afrontar un gasto extra debido a la indexación -¿se dice así?- del IPC a las pensiones: miles de millones añadidos que deberán ser cargados a más déficit y, por lo tanto, a más deuda, que será una losa criminal que dejaremos a nuestros nietos.
La deriva sanchista hará pequeña la espiral endemoniada del zapaterismo tardío, pero con una diferencia: Zapatero se comportó como un gobernante y afrontó personalmente la dolorosa rectificación en lugar de esquivar la responsabilidad y convocar elecciones. De este, en cambio, no podemos esperar nada más que un rosario de calamidades.